miércoles, 31 de diciembre de 2008

Con los mejores deseos para 2009


"El amor es la sabiduría de los necios y la locura de los sabios"

~Samuel Johnson (1709-1784)





Que tengas un venturoso 2009,
pleno de descubrimiento y servicio en comunidad
.




viernes, 12 de diciembre de 2008

¡Ni Inmaculada Concepción, ni nada!



¿Eres bueno/a? ¿Eres una persona virtuosa? ¿Cómo podrías saberlo? De cuando en cuando surge gente en el mundo a la que proclamamos como gente buena o virtuosa. Podría haber personas laicas, o incluso al margen de cualquier religión organizada, que hagan obras particularmente buenas, tales como un médico particularmente empático y compasivo, o un buen vecino, aunque también podría tratarse de dirigentes profundamente religiosos como la Madre Teresa. Hay muchas personas que consideran a María, la madre de Jesús, como una representación de la bondad perfecta. Que haya sido, o no, perfecta es cuestión opinable y del ámbito de la fe. Contamos con muy poca evidencia sobre su carácter moral [el carácter moral es la evaluación de las cualidades morales de un individuo, de su presencia o carencia de virtudes morales (integridad, valor, fortaleza, honestidad, lealtad, etc.) y buenos comportamientos y hábitos], sólo tenemos unos cuantos relatos. La religión da forma a la fe y en mi perspectiva no hay tal cosa como la perfección humana, sólo un refinamiento continuo y un desarrollo del progresivo del carácter moral. La bondad es un potencial, como la energía potencial [la capacidad de los cuerpos para realizar un trabajo], que se vuelve tangible sólo a través de la acción. Algunos pueden tener mayor potencial para la bondad que otros, pero la bondad sólo puede encarnarse a través de nuestros actos y obras en la sociedad. No hay una bondad separada de lo que hacemos. Como James Luther Adams (1901-1994), el gran teólogo unitario del siglo XX dijo; "No hay tal cosa como la bondad en sí; no hay tal cosa como un buen hombre o una buena mujer en sí. Sólo hay el buen cónyuge, el buen trabajador, el buen empleador, el buen congregante, el buen ciudadano." En este mismo sentido me gusta que las autoridades del país se refieran a los terroristas como a 'malhechores'. No como a gente en sí misma malvada, o inclinada al mal por naturaleza, sino malvada en sus hechos dañosos.


La virtud es un concepto que viene de antiguo en la civilizaciones europeas y americanas, es anterior al cristianismo. Es similar a la idea de Te en la filosofía china, a dharma en el pensamiento hindú y a sedeq en la tradición judía. La doctrina de la Inmaculada Concepción declara que María habría sido perfecta en bondad.

Por cierto, ¿cuántos de ustedes conocían antes de leer la descripción de este sermón en el boletín parroquial la diferencia entre el Nacimiento Virginal [de Jesús, que celebran el Día de la Anunciación] y la Inmaculada Concepción [de María]? Quienes conocían esta diferencia son parte de una reducidísima élite: la de los que saben demasiado. La Inmaculada Concepción tuvo lugar antes del Nacimiento Virginal. El Nacimiento Virginal habría sido el nacimiento de Jesús; el momento único de la implantación de su cigoto en el vientre de María sería la concepción milagrosa. La Inmaculada Concepción se refiere a la concepción de María. Un dogma de la Iglesia Católica Apostólica Romana (ICAR) afirma que María habría sido concebida por una pareja heterosexual ordinaria, pero sin pecado. Otra forma de decir esto mismo es decir que María sería "llena de gracia", habría sido buena, pero no por sus propios méritos, no por la manera en que habría conducido su vida, sino exclusivamente por el poder de Dios. El catecismo oficial de la ICAR afirma que se honra en ella "esta resplandeciente santidad del todo singular" y celebra que fue "inmune de toda mancha de pecado y hecha una nueva criatura". En el catecismo de la ICAR se señala que Dios: "quiso que el consentimiento de la que estaba predestinada a ser la Madre precediera a la encarnación para que, así como una mujer contribuyó a la muerte [Eva], así también otra mujer contribuyera a la vida". De manera que, según el catecismo de la ICAR, Dios habría por ello preparado a María para ser un recipiente perfecto, un odre nuevo.


Esta no es una idea aceptada y proclamada por todos los cristianos. En los evangelios a ella se le llama simplemente 'madre de Jesús'. El Concilio de Éfeso la proclamó en el año 431 como Theotokos, es decir, Deípara o 'la que dio a luz a Dios'. Mi enfoque sobre este término lo compartí ya en un sermón por el Día de la Madre, cuando comenté que si cada uno de nosotros tenemos algo de divinidad en nosotros, entonces toda mujer es una theotokos. La iglesia latina también dio a María el título de Mater Deus, 'Madre de Dios'. Pero la doctrina sobre su concepción pura (1854) y su eventual asunción (1950) a la corte celestial no se desarrolló hasta mucho tiempo después. Primero hubo que desarrollar la idea del pecado original, puesto que la Inmaculada Concepción se centra en romper la cadena del pecado heredado. La cuestión clave fue el temor a enlodar el poder de Jesús. La creencia general era que nadie tan cercano al salvador, tan unido físicamente a él podría haber sido tentado por el pecado o el mal y ni podría haber habido el menor riesgo de que se le condenara al infierno eterno. Pero esto obligó a los teólogos a tratar de proponer respuestas para toda una serie de otras cuestiones, tales como de qué manera podría aplicarse la salvación a quien había nacido antes de Jesús, antes de poder siquiera hablar de la perfección de María. Ni siquiera profundizaré ahora en todas las ideas perturbadoras sobre la sexualidad que suscitó este intento. La cuestión es que el 8 de diciembre de 1854, el Papa Pio IX (1792-1878), "a instancias de la mayoría de los obispos de todo el mundo", declaró solemnemente en la bula Ineffablilis Deus que la doctrina de la Inmaculada Concepción de María "es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles".

Como comentario al margen, es interesante anotar que Pio IX también es el Papa que proclamó el dogma de la Infalibilidad Pontificia. Dado que la Reforma protestante había ido debilitando el poder y la autoridad del Papa, Pío IX se aferró al ultramontanismo [un conservadurismo extremo o integrismo católico romano. El sacerdote alemán Franz Xaver Kraus sostenía en 1908 que «un ultramontano es quien pone la idea de la Iglesia sobre la de religión»], a una fe en el liderazgo supremo del papado, designado por Dios para guiar a la humanidad en todas las cosas. En 1864 en su celebérrimo escrito Syllabus errorum, presentado como apéndice a su encíclica Quanta cura, repudió los mismos valores liberales y democráticos que están en el fundamento del unitarismo universalista y de la mayoría de las naciones modernas, tales como la separación de la iglesia y el estado, las escuelas no-confesionales y la tolerancia de la diversidad religiosa. Concluyó su Syllabus con la tajante condena de la idea de que "el Pontífice Romano puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización". Pío IX convocó al Concilio Vaticano I en 1869, que condujo en 1870 a la adopción como dogma obligatorio de la doctrina de la Infalibilidad Papal, no en todas las cosas, sino sólo en sus pronunciamientos realizados ex cathedra. [A History of The Christian Church, 4th edition, Williston Walker, p 670-671.]


Finalmente estas doctrinas no preocupan grandemente a los feligreses de la ICAR. Incluso la mayoría de los católicos romanos no tienen mucha claridad sobre el sentido de la Inmaculada Concepción. Por otra parte, María es una persona poderosa en la vida devocional de mucha gente, tanto católica romana, como no-católica romana. La religión devocional, o bhakti en el hinduísmo, no es por lo general muy bien atendida en las iglesias UU. Pero para mucha gente nuestra naturaleza social nos conduce a buscar una relación más real, personal y menos abstracta con lo que es último en el mundo. La carta abierta de Craig Hopseker en el más reciente número de Unigram es un ejemplo de esta actitud. El gran ministro unitario del siglo XIX, Theodore Parker (1810-1860), elogiaba constantemente la personalidad y el carácter de la persona de Dios que guiaba su ministerio. Los cursos de educación religiosa adulta UU, Cakes for the Queen of Heaven [Pasteles para la Reina del Cielo] y Rise up and Call Her Name [De pie y di el nombre de ella], son ambos intentos de ayudar a la gente a reivindicar las imágenes femeninas de la personeidad divina. En el cristianismo la veneración de María surge de estos mismos deseos. En el culto de la fe cristiana sólo se permite a Dios como objeto de adoración, pero la veneración de una persona especial que lleva a la práctica el poder de Dios se promueve con frecuencia. El Revdo. Don Lacy, de la Iglesia Metodista de Yorktown es uno de sus devotos. El Revdo. Lacy, que es un hombre casado, escribió "A veces en broma digo que María es la otra mujer de mi vida… Siento una gran afinidad cercana con ella –pues es la fuerza central que trajo a Jesús al mundo". María ha engendrado una lealtad profunda en millones de personas. Es adorada en todas las partes del mundo. He hablado con gente que ha sentido su presencia, que experimenta a María como una fuente poderosa de consuelo, esperanza y paz. Al preguntarle a un católico romano qué debía decirles hoy de María, me dijo que en Bagdad, Iraq, hay mujeres musulmanas que acuden a iglesias católicas para pedir la protección de María de las bombas que todos parecieran tan resignados a recibir cualquier día sobre su casa y familia.



También es para algunos una guía, como ideal de persona fiel. Para muchos, su imagen y presencia guía sus acciones y decisiones. Aquí surgen ciertos problemas debido a que tus supuestos y valores dan forma a tu manera de entender su carácter. Quiero que piensen en algo por un momento. 'La madre de Jesús fue una judía devota y sin pecados por al menos 45 años de su vida'. Ahora, cuando digo la frase "madre judía", ¿qué imágenes vienen a tu mente? Probablemente no sean las imágenes que presenta de ordinario la piedad cristiana. María es descrita frecuentemente como muy sumisa, casi pasiva. Pero, debido a mi inclinación política radical no la veo como una quietista. Cuando leo el Magníficat (su respuesta a la Anunciación en el Evangelio de Lucas) escucho las palabras de una liberal fiera que habla sobre la justicia social, la liberación de los pobres y los oprimidos, el establecimiento de un orden nuevo. En el Evangelio de Juan ella es presentada presionando a Jesús hacia el ministerio y persuadiéndolo a realizar el primer milagro en la boda, no como una seguidora dócil presente sólo en segundo plano. Ella no es uno de los discípulos, pero está entre las mujeres que acompañan a Jesús al pie de la cruz, incluso cuando todos los demás se han alejado de él o lo han negado, a pesar de que él no la viese ni una vez cuando lo fue a visitar.

Algunos de sus devotos con los que he conversado la ven, no como una persona perfecta, sino como alguien que tuvo que tomar decisiones difíciles y que hizo lo mejor que pudo como persona ordinaria en una situación extraordinaria. La vean como alguien que decidió mantener su embarazo, en vez de abortar, la ven como a alguien que animó el aprendizaje de su hijo, en vez de limitarse a castigar su desobediencia, la ven como a alguien que decidió respetar sus enseñanzas a pesar del hecho de que sabía que le causarían problemas y dolor. Estas son elecciones duras para una madre. Si fuera llena de gracia nunca habría tenido que luchar, sus decisiones y elecciones se habrían dado sin necesidad de pensárselo. Algunos piensan que la perfección la convierte en un modelo mejor. Pero algunos no honran a María por ello. Para algunos la mejor causa para honrarla es su humanidad, no sólo la gracia divina, lo que la convierte en una inspiración, un modelo del refinamiento y desarrollo del carácter hacia el que aspiramos.


Este es el centro de nuestra teología unitaria, la idea de que lo más importante en la religión son las elecciones y decisiones humanas, las acciones humanas y la justicia dentro de las sociedades humanas. La gracia es el fundamento y la religión debe ayudarnos a estar agradecidos por todo lo que no nos hemos ganado, todas las bendiciones de esta vida y de esta buena tierra. Pero al final es nuestra respuesta hacia esa gracia lo que determina el propósito y la necesidad de la religión.

Cuando James Luther Adams insistió en que los liberales religiosos debemos negar, dentro y más allá de la iglesia
UU, la inmaculada concepción de la virtud, trataba de enunciar los principios más generales de una fe vital. Escogió 5 principios, de la misma manera en que David escogió 5 piedras lisas para combatir a Goliat. Nos referimos a estos principios como los 5 cantos rodados del liberalismo religioso: 1) que la revelación de la verdad no es completa, sino continua y siempre abierta, 2) que las relaciones religiosas deben basarse en la persuasión y nunca en la coerción, 3) que la gente religiosa debe procurar crear congregaciones que promuevan la justicia y el amor, 4) que la virtud requiere de una encarnación social y 5) que la persona fiel debe sostener un optimismo cósmico, o final en cuanto al destino de la humanidad y al objetivo del progreso humano. [On Being Human Religiously, James Luther Adams, Max L. Stackhouse, ed. pp 12- 20]

Esta cuarta piedra lisa, o canto rodado, no nació en nosotros pura y completa. Debe ser encarnada en la sociedad y en la acción. No basta tener buenos pensamientos, o incluso hacer cosas buenas para otros individuos. Adams sostiene que el liberalismo político general tiene que ver con la ultimidad del individuo, pero el liberalismo religioso se ubica en la libertad del individuo dentro de la comunidad de servicio. Ser buenos religiosamente requiere que se manifieste la bondad en la creación de comunidades, en la sociedad y la civilización. Como lo dijo el Revdo. Dr. Martin Luther King Jr.: "la religión que acaba en el individuo, está acabada". Así que la bondad debe ser parte de la hechura de la historia y por tanto nunca puede ser pura, ni estar libre del error, del desbarajuste y las dificultades de ser humanos.


Adams continuó una línea de pensamiento que se remonta al menos al Renacimiento italiano y a las raíces del humanismo cristiano, en cuanto a que la bondad y la felicidad sólo se encuentran en las buenas obras, especialmente en aquellas que mejoran a la sociedad como un todo. Matteo Palmieri (1406-1475) escribió "el verdadero mérito de la virtud reside en la acción efectiva, que es imposible sin las facultades necesarias para ella. Quien nada tiene para dar no puede ser generoso. Y quien ama la soledad no puede ser justo, ni fuerte, ni experimentado en aquellas cosas que son importantes en el gobierno de los asuntos públicos." [Encyclopedia Britannica 2000, "Humanism"]

Luther Adams ilustra esta idea con un recuento de algo de la labor que él y otros realizaron en un vecindario de Chicago. A un grupo de ciudadanos se le asignó la tarea del alivio a la pobreza. "En una reunión inicial de esta sección, un hombre que se describió a sí mismo como 'conservador' se levantó para protestar contra la existencia de cualquier sistema de alivio a la pobreza. Utilizó el argumento conocido: 'He trabajado duro y he ahorrado mi dinero; pero ahora, de repente llega el gobierno a llevarse mi dinero y se lo da a esta gente a la que no le gusta trabajar'. Sin embargo, el hombre fue persuadido a trabajar con el comité para fomentar el diálogo de gente con posiciones diferentes. Visitó familia tras familia, vio a niños sin alimentación ni vivienda apropiada, sin zapatos; vio a padres enfermos, vio a madres emaciadas que trataban de mantener algo de dignidad humana…" y su actitud comenzó a cambiar. Finalmente, en una reunión en la que escuchaban a una madre enferma y sufriente relatar su historia sobre cuán difícil era obtener algún alivio o ayuda, él se indignó. Se paró de un salto y casi gritó, "¿Y cómo es que actúan así? Yo no lo haría. Antes robaría. Díganme, ¿cómo es que no han tenido aún los arrestos de iniciar una revolución?" ["The Prophethood of All Believers, James Luther Adams, George K. Beach ed. pp 180 – 181] Este hombre se había identificado con los otros y así había llegado a darse cuenta de que se requería la acción social. Por ello es que muchos de nosotros nos apuntamos a diferentes proyectos locales de ayuda a los más necesitados durante el Día de Gracias o las Navidades, en vez de dedicarnos exclusivamente a pasar tiempo con nuestros familiares y amigos.


En cuanto a María no sé. Ustedes deben decidir lo que piensan de su concepción, si es que fue extraordinaria, si fue manchada por el pecado, o inmaculada. Pero para cada uno de nosotros no hay inmaculada concepción y la virtud nunca llega al ser sin haber nacido de y en una sociedad. Howard Thurman (1899-1981) nos recuerda esto en su poema "La labor de la Navidad":
Cuando se detuvo el canto angelical,
Cuando la estrella celeste ya se fue,
Cuando los reyes y princesas están en casa,
Cuando los pastores regresan a sus rebaños,
Comienza la labor de la Navidad:
hallar a los extraviados
sanar a los que sufren quebranto,
alimentar a los hambrientos,
liberar a los prisioneros,
reconstruir las naciones,
traer la paz entre los hermanos,
Y hacer música en el corazón.

Una reflexión visual de Eddi 07


La alegría no es nada que puedas obtener,
la alegría es quien eres

jueves, 4 de diciembre de 2008

Celebración de la Luz y Convivio de Fin de Año (13 de diciembre)



La Libre Congregación Unitaria de México (LCUM) te invita a participar junto con nosotros en el Ritual de Celebración de la Luz y Convivio de Fin de Año este sábado 13 de diciembre de 2008:



Celebración Unitaria Pública (13 de diciembre)



Ritual de Celebración de la Luz:


Una cosa que surge de los mitos es que del fondo del abismo surge la salvación. El momento negro es el momento en el que ha de surgir el mensaje real de transformación. Del momento más obscuro proviene la luz.
~Joseph Campbell


Es la noche la que posibilita el amanecer, Son las profundidades las que constituyen las alturas, Son las raíces las que hacen posibles las ramas, Es la obscuridad la que da a luz a la luz.
~Joel Harthcote



Presentación:

Honramos la noche más larga, el momento más obscuro del año al compartir los sentimientos de pérdida y decepción tenidos en el año que pasó y que frecuentemente mantenemos ocultos. Es el momento para encender juntos una luz de recuerdo y esperanza por el renacimiento de la luz.



Fecha:
Sábado 13 de diciembre de 2008.

Hora:
5:00 PM

Qué es:
Celebración, lectura, música, ritual, seguidos de comida compartida (con lo que los asistentes quieran llevar para compartir).

¿Para quién?:
Para integrantes, amigos y visitantes. Esta celebración unitaria pública está abierta a personas de cualquier persuasión religiosa (o de ninguna).

¿Dónde?:
Casa de los Amigos. Ignacio Mariscal #132 (entre Ponciano Arriaga y Jose Ma. Iglesias), Col. Tabacalera (una cuadra al sur del Metro Revolución-línea 2 o Metrobús).

Recomendaciones:
Asistir puntualmente con disposición a participar. Para la comida compartida te invitamos a llevar algún alimento o bebida para compartir.

Costo:
La participación en esta celebración no tiene costo.




Mayores informes:

Teléfono: 5378.7808

Celular: 04455.2021.1837

Buzón electrónico:
serviciounitario@gmail.com

Bitácora de la Comunidad de la LCUM:
http://www.lcum.blogspot.com/

Grupo de la LCUM en: FACEBOOK


Grupo virtual de información, noticias y comunidad LCUM: http://mx.groups.yahoo.com/group/unitariosuniversalistasmexico/

viernes, 21 de noviembre de 2008

¡Hasta siempre Dra. Anabel Ochoa López!



Anabel Ochoa López (1955-2008)




El miércoles 19 de noviembre, alrededor de las 21:00 horas murió la comunicadora, escritora, sexóloga, sicoanalista y agnóstica, entrañable amiga liberal, Anabel Ochoa. Pionera de la educación de la sexualidad en la radio de México. ¡Muchas gracias por la luz que trajiste y traes a nuestras vidas! ¡Los integrantes y amigos de la Libre Congregación Unitaria de México no te olvidaremos! ¡Hasta siempre!


Agradecimiento por los justos

(del Daienu de la Pascua judía
adaptado por Mark Belletini)


Quince escalones del templo de Jerusalén subían los sacerdotes hasta el santuario en la celebración de Pesaj, en cada uno se detenían y entonaban una línea del "
Daienu", que significa "Nos habría bastado", en agradecimiento por los dones recibidos de Dios. Esta versión de aquel rito está dedicada a los Justos:



1. Si hubieran reconocido la injusticia sin atreverse a denunciarla.

Nos habría bastado

2. Si la hubieran denunciado sin atreverse a combatirla.

Nos habría bastado

3. Si la hubieran combatido sin dar su vida en la lucha.

Nos habría bastado

4. Si hubieran dado su vida sin dudar de sus principios.

Nos habría bastado

5. Si hubieran dudado de ellos sin legarnos su pensamiento.

Nos habría bastado

6. Si nos lo hubieran legado sin encender nuestros corazones.

Nos habría bastado

7. Si los hubieran encendido sin alumbrar nuestro pensamiento.

Nos habría bastado

8. Si lo hubieran alumbrado sin servirnos de ejemplo.

Nos habría bastado

9. Si nos hubieran servido de ejemplo sin advertirnos sobre los peligros.

Nos habría bastado

10. Si nos hubieran advertido de los peligros sin llenarnos de esperanza.

Nos habría bastado

11. Si nos hubieran llenado de esperanza sin señalarnos a quienes sufren.

Nos habría bastado

12. Si nos los hubieran señalado sin enseñarnos a sufrir con ellos.

Nos habría bastado

13. Si nos hubieran enseñado a sufrir con ellos sin comprender a los opresores.

Nos habría bastado

14. Si hubieran comprendido a los opresores sin pelear por un futuro de justicia.

Nos habría bastado

15. Si no hubieran peleado por ese futuro. Si solo lo hubieran soñado para nosotros.

Nos habría bastado



Salmo Para un Mundo Nuevo 10
La oración del agnóstico

Los Salmos para un mundo nuevo son una improvisación de la Revda. Christine Robinson basada en el Libro de los Salmos de la Biblia hebrea y usan un lenguaje incluyente e incorporan los lentes modernos de la conciencia ecológica, las sensibilidades taoístas y la teología posmoderna (Trad. Fco. J. Lagunes Gaitán).

Salmo 10 "La oración del agnóstico"

Algunos sienten tu presencia siempre
pero de mí te escondes.
Hay quienes te ignoran para poder
proseguir su conducta insensata.
Maldicen, engañan y oprimen a sus vecinos, hacen la guerra, pululan tumultuosos y obtienen riquezas a costa de otros.
Piensan que no te das cuenta
dicen que de todas formas los amas.

En cuanto a mí, no tengo la seguridad de que estés presente
o que tengas actividad en el mundo, dado todo lo que dejas pasar.
Si amas a quienes te ignoran y usan sus vidas para el mal,
¿Amas a quienes no pueden encontrarte y usan sus vidas para el bien?
Lo intento —espero que lo veas
—, pero incluso si no es así ese es el vínculo que mantengo contigo y con tu pueblo.
Fortalece mi corazón para el bien, Oh Dios,

ayúdame a realizar aquí tu reinado.



Paráfrasis e improvisación a partir del Salmo 10 "Oración pidiendo la ayuda de Dios"

miércoles, 19 de noviembre de 2008

La humanísima reverencia


El lenguaje de reverencia es el lenguaje de la humanidad

Por Kendyl Gibbons, Verano de 2006, UUWorld (Trad. Fco.J. Lagunes Gaitán).



Desde que tuve uso de razón y conciencia, he estado en búsqueda de un lenguaje de reverencia. Soy hija de padres humanistas también soy producto de la educación religiosa unitaria universalista, conformada por la filosofía de la educadora religiosa Sophia Lyon Fahs (1876-1978). Ella promovió que se permitiera que las propias experiencias y el crecimiento de los niños los condujesen naturalmente a descubrir lo maravilloso y sagrado de la vida, en vez de imponerles textos o ideas religiosas. Así que construí mi teología a partir de mis propias experiencias, no de acuerdo a determinado esquema, sino más bien a partir de los materiales que he obtenido de la reflexión cuidadosa sobre el sentido de mi vida. Alabo la libertad de mi herencia religiosa y nunca he tenido un momento en el que en el que me haya parecido verosímil que alguna personalidad sobrenatural autoconciente realmente rija el universo. Sin embargo, este enfoque tiene sus inconvenientes.

Como joven unitaria universalista en la década de 1960, recibí educación sobre la sexualidad humana de una manera relativamente abierta; la experiencia religiosa humana, en contraste, era un libro cerrado. Descubrí mi espiritualidad de una forma muy parecida a la que mis compañeros criados en en tradiciones de fe más conservadoras descubrieron su sexualidad —accidental y furtivamente, sin una guía, movidos por mareas interiores abrumadoras y con cierta sensación de vergüenza. Anhelaba vehementemente el organdí blanco de los vestidos de Primera Comunión y las velas de la menorá de mis vecinos. Secretamente memoricé la plegaria "Mi Reino" de Louisa May Alcott (1832-1888), escrita a sus 13 años de edad y cantaba antes de dormir "Por la belleza de la tierra". Sentía fascinación por la vida secreta de las monjas. Anhelaba que alguien, cualquiera, tomase en serio mi capacidad infantil para la devoción. Pero las semillas plantadas en vasitos de papel junto a la ventana de la escuela dominical, el pájaro muerto descubierto en el patio, los himnos caligráficos en We Sing of Life [el himnario unitario infantil muy innovador para 1955 en el que se incluyen como himnos religiosos canciones que reflejan asombro reverente y fascinación que usualmente quedaban fuera de una visión teísta tradicional de lo religioso] y la Comunión de las Flores cada año estuvieron entre los escasos recursos de que me proveyó mi educación religiosa liberal. Para mis padres y maestros —que en su mayoría se habían criado en otras tradiciones religiosas— la ausencia de textos, de rezos repetitivos, de sacramentos, de objetos santos y de libros moralistas ilustrados representaba la libertad. Pero ante la ausencia de un lenguaje para expresar mi sentido emergente de lo sagrado y la maravilla, llegué a sentirme justo al revés de como ellos se sentían: carente de las herramientas necesarias para entender o expresar esas experiencias.



Batallé inútilmente con cierta forma de culpa por este anhelo mío, hasta que maduré intelectualmente lo suficiente para reclamar para mí misma la rica herencia de las culturas religiosas de la humanidad. Lo hice con avidez, sin nada del literalismo que aflige a los fundamentalistas, trátese de los ortodoxos o de los humanistas seculares. Como estudiante de religión en la universidad, leí a las místicas cristianas, a los maestros Zen y a los poetas taoístas. Estudié el arte y la arquitectura, la música y los misterios de las religiones del mundo y descubrí cómo construían el paisaje de la experiencia espiritual. Lo que buscaba era alguna forma de traer un orden a lo que siempre había traído dentro de mí. Y encontré todo un universo de almas, a través de cada cultura y tradición, que lo sabían todo al respecto.




Fue así que, con gran interés e involucramiento personal, he seguido la conversación reciente entre varios unitarios y universalistas que exploran el llamado por un lenguaje, o un vocabulario, de reverencia. Como alguien criada dentro de nuestra tradición, que reivindica nuestro peculiar dialecto humanista como su lengua materna, aporto aun otra perspectiva.


Veo al menos 3 diferentes propósitos por los que podríamos encontrar útil tener un lenguaje reverente: para responder en el momento a nuestras experiencias de asombro y comunión; para describir esas experiencias a otros; y para propiciar tales experiencias, tanto en nosotros, como en otros.


Es un gran regalo cuando esos momentos reverentes de éxtasis y agonía nos exigen producir una expresión novedosa, una respuesta espontánea desde nosotros. Pero sólo raramente surgen de nuestros labios himnos completamente compuestos. La mayor parte de las veces encontraremos que nuestras respuestas toman la forma de las imágenes y la música, de los gestos y costumbres que hemos aprendido. Aprendemos qué hacer con nuestros sentimientos a través de observar a quienes demuestran como se ve el amor en acción, o cómo soportar el dolor —o ciertamente, cómo expresar reverencia. Aprendemos a orar al mirar cómo lo hacen quienes admiramos y cómo encuentran consuelo. Aprendemos cómo comportarnos ante la presencia de la muerte al transitar por los rituales de nuestra cultura. Aprendemos los himnos que escuchamos cantar.


La experiencia ante la que hemos de responder es únicamente nuestra, pero nuestras opciones para responder de una manera que nos llene se amplían al conocer cómo lo ha hecho otra gente. Cuando salí de la proyección de La lista de Schindler anhelaba desesperadamente una plegaria para recitarla, un acto de contricción, un reconocimiento de santidad, una bendición por los muertos, algo para llevar el peso de la historia y los usos humanos. En ese momento, la pizarra en blanco de la libertad teológica y la diversidad resulta un espejo estéril. Se necesita para estas ocasiones un vocabulario de reverencia listo y a la mano. Frecuentemente no lo encuentro.



Al estar en situación de describir nuestras experiencias de reverencia los unos a los otros, especialmente a través de diversas culturas, por lo que más hay que esforzarse es por la claridad. Los pensadores, desde Sigmund Freud (médico, neurólogo, librepensador y creador del sicoanálisis, 1856-1939) y Carl Gustav Jung (siquiatra, sicoanalista de la sicología profunda, estudioso de los sueños y la cultura, 1865-1961), a William James (filósofo, sicólogo de la religión, 1842-1910) y Joseph Campbell (historiador de la religión, mitólogo, 1904-1987) han explorado los aspectos en común de la experiencia religiosa en el marco de la dinámica de la personalidad humana y la cultura. Las diferentes tradiciones pueden usar nombres e imágenes diversos, pero estos arquetipos conceptuales tratan con realidades interiores compartidas. Es aquí dónde las observaciones desapasionadas de la sicología y la antropología pueden ayudarnos y resultan apropiadas.


Desde hace mucho los humanistas religiosos han sostenido que el fenómeno de la reverencia es una experiencia humana que ocurre independientemente de las creencias religiosas. Los sentimientos de reverencia pueden experimentarse en un marco de ateísmo, agnosticismo y politeísmo, justo tanto como en uno monoteísta. "La reverencia corre a través de las religiones e incluso por fuera de ellas a través del tejido de cualquier comunidad, sin importar cuán secular o laica sea ésta", escribe el profesor de estudios clásicos Paul Woodruff en su obra de elegante título Reverence: Renewing a Forgotten Virtue [La reverencia: renovación de una virtud olvidada]. "Podríamos dividirnos por nuestras creencias, pero nunca por la reverencia". En una tradición tan diversa como la unitaria universalista, el lenguaje que usamos para describir nuestras experiencias de reverencia será más útil si es verídico, claro y bien informado.


En contraste, al buscar evocar experiencias de reverencia, como ministros o laicos, lo que más nos servirá es un lenguaje que sea poético, evocativo y metafórico. Esto significa reconocer que lo que es poderoso no siempre es racional. El vocabulario que ha sido grabado sobre la piedra de nuestras conexiones neurales a lo largo de nuestra vida tiene su efecto, con independencia de nuestras opiniones intelectuales.



Pero la mera repetición de lo que sabemos eventualmente terminará por producir más aburrimiento que reverencia. Al usar palabras familiares, símbolos y acciones de maneras creativas podemos irrumpir en nuestras percepciones habituales, abrirnos de nuevo a la maravilla y la tragedia del mundo y por tanto evocará la reverencia. La mejor ceremonia de boda no repite mecánicamente el mismo texto prescrito como cualquier otra boda, ni se complace en presentar los azarosos impulsos de una pareja particular, mientras se deja sumida en el desconcierto a la congregación reunida. En vez de eso, la reverencia genuina se evoca al utilizar el lenguaje y los símbolos de la tradición de maneras creativas que propicien la expresión de lo universal en lo particular.


La percepción universal de la reverencia, como la del amor o el sufrimiento, no es discutible. Nadie más puede negar la realidad de aquellas sensaciones, cuando sientes que las tuviste. En el sermón de 2003 que prendió la flama de mucha de esta controversia sobre el lenguaje de la reverencia dentro de nuestra denominación religiosa, el presidente de la Asociación Unitaria Universalista de Congregaciones (UUA) William G. Sinkford habla de una larga noche pasada sentado en el hospital al lado de su hijo adolescente que yacía muy grave y con riesgo de morir: "Sentí que surgían las manos de un universo amoroso que nos sostenía. Las manos de Dios, del Espíritu de la Vida. El nombre no tenía importancia... Supe que no tenía que andar solo por ese camino, que hay un amor que nunca ha roto su fe en nosotros y nunca lo hará". Nadie podría discutirle a Sinkford que haya tenido la experiencia que describe. La cuestión es si nuestra comunidad de fe está preparada colectivamente para ayudarlo a entenderla, a procesarla y a honrarla.



Propongo —y creo que éste es el punto que Sinkford trataba de exponer en su sermón— que una tradición religiosa que no ayuda a sus miembros a descubrir formas significativas y satisfactorias de expresar y responder a las experiencias humanas de reverencia que tienen lugar en el curso de sus vidas humanas pierde una parte central y decisiva de su función. No hablamos aquí de debate o de persuasión. Hablamos de cómo nosotros —cada uno de nosotros, en nuestros seres únicamente constituidos— reconoce, entiende y da sentido a ese asombro reverente abrumador y espontáneo ante la maravilla, la magnificencia, el peligro, la exigencia y el deleite de estar vivos.


Tales sensaciones no pueden ser impuestas —no podríamos hacer que otros sintiesen asombro, ni respeto, ni que se avergonzaran de sí mismos, si el fundamento de ese sentimiento no estuviese ya dentro de ellos. Pero podemos elucidar esos sentimientos, describirlos, examinarlos, e incluso celebrarlos. Podemos cultivar nuestra capacidad de tenerlos y podemos llegar a discernir sobre las circunstancias en que son apropiados.




¿Cómo podríamos enriquecer de la mejor manera las opciones que hemos de tener a la mano cuando las necesitemos? ¿Cómo estructuramos nuestras prácticas —tanto personales, como comunitarias— de manera que podamos interpretar nuestras experiencias de reverencia de maneras satisfactorias y dadoras de vida? ¿Cómo podríamos apoyarnos mejor mutuamente para reconocer y honrar los momentos reverentes de nuestras vidas? Involucrarnos en esta clase de reflexiones es nutrir la virtud de la reverencia y ese proceso se hace mucho más difícil si carecemos de un vocabulario para ello.


Algunos en la comunidad humanista [Doctrina ética que afirma la importancia central de la vida humana y de su experiencia sobre la tierra, así como el derecho y deber de cada individuo de explorar y desarrollar su propio potencial. El humanismo está en oposición a las doctrinas religiosas convencionales, en la medida en que renieguen o no valoren la importancia de la vida sobre la tierra y afirmen que esta existencia terrenal sería sólo una preparación para una existencia celestial luego de morir. En las ciencias sociales el humanismo destaca por exigir que se considere al individuo un sujeto y no un mero objeto de análisis. Es la variedad de no-sobrenaturalismo, generalmente noteísta, más extendida en el mundo de habla inglesa] encuentran al lenguaje religioso tradicional tan corrompido por la irracionalidad, como para considerarlo inservible. Yo creo, por el contrario, que no necesitamos —ni podríamos— inventar un nuevo vocabulario de reverencia despojado de influencias y reminiscencias atávicas. Semejante sistema arbitrario, sin importar cuán inobjetable o incluso verídico en sus expresiones, no tendrá, al menos dentro de la primera generación, las profundas resonancias de los recuerdos arraigados de toda una vida.


Además, si hemos de involucrarnos profundamente en los cambios de nuestra propia época, necesitamos una conciencia de nuestro contexto histórico, un reconocimiento de nuestras propias debilidades y finitud, así como de nuestras angustias y triunfos, tal como se reflejan a lo largo de las épocas de la experiencia humana. Pensar que podríamos prescindir de todo el lenguaje, los símbolos y conceptos para hablar de lo que nos es más profundo y entrañable, la fuente preciosa del bien humano, sería tanto como asumir que ningún ser humano habría sido antes tan listo e ingenioso, tan profundo, o que no habría tenido un compromiso comparable al nuestro; que quienes nos han antecedido en el camino de la vida habrían carecido de sabiduría para enseñarnos, que no podríamos aprender nada de todo lo que nos han dejado.


Una de las cosas que con más seguridad me hace hablar de un sentimiento de de respeto profundo mezclado con maravilla, miedo y amor, es el conocimiento de que no estoy sola en este intento. No somos los primeros en transitar por este camino, en tartamudear ante la presencia del misterio y el poder. El asombro y la gratitud, la afirmación y la alabanza se remontan a generaciones y siglos, al primer despuntar de la conciencia humana.


Lo que sentimos ante las orillas del océano o las cumbres de las montañas no consiste en un entendimiento exclusivo y característico sólo de nuestra perspicacia; es la herencia común del género humano. Nada hay tan petulante como tratar de deshacernos de lo que nuestros antepasados han tratado de transmitirnos, en historias y piedras, en escrituras y canciones, en rituales y plegarias, aunque en nuestra hybris [desmesura, orgullo, soberbia] adolescente pretendamos que sólo nuestra comprensión cuente. ¿Quién puede pararse a la sombra de las grandes pirámides, o ante la luz radiante y las piedras que se elevan gallardas en la catedral de Chartres —quién puede escuchar las cadencias profundas del Libro de Oración Común anglicano o de la Misa Tridentina en latín, en toda su mágica sonoridad— y no darse cuenta desde la fibra misma de su ser que nuestra maravilla, nuestra ansia, nuestro terror e incluso nuestro más valiente "sí" a la vida no son sólo nuestros, sino que son el el eco de los tiempos de todo el género humano?


El lenguaje humano genuino es una empresa colectiva. Evoluciona orgánicamente en respuesta a las exigencias de la experiencia y la interacción. Cada uno de nosotros ha nacido con la capacidad de aprender una variedad de tales lenguajes. Desde luego, ese proceso de aprendizaje da forma a nuestro entendimiento del mundo y a nuestros muy materiales y físicos cerebros. No veo razón para suponer que el reino del espíritu se estructure de una forma diferente. Lo que podemos comprender en cierta medida está en función de aquello a lo que hemos dado nombres —incluso a la conciencia de lo que es finalmente inefable.


Cada generación y cada uno de nosotros como individuos debemos asimilar y apropiarnos del lenguaje de reverencia. El llamado por semejante vocabulario es un llamado a avanzar hacia a delante, no hacia atrás. Es un llamado a la creatividad, a la experimentación, una exigencia de que digamos la verdad como la conozcamos. Nos convoca a que hagamos un recuento, los unos a los otros, de lo que han sido esos momentos que nos han dejado con un nudo en la garganta o una canción en el corazón; esas noches de vigilia en el hospital que terminaron con una aceptación incondicional de la paz; las horas dedicadas al examen de conciencia para revisar las motivaciones y los valores que terminaron en remordimiento y la decisión de hacerlo mejor la próxima vez. Es una invitación a construir a partir de los despojos de madera de los viejos rituales las nuevas estructuras de ceremonia que puedan dar forma a nuestra reverencia en los momentos más asombrosos, terribles, o cargados de significado de nuestras vidas. Siempre estamos en el proceso de dar a luz un nuevo lenguaje dentro de la comunidad religiosa de memoria compartida y promesa mutua —al decir la verdad sobre nuestras jornadas espirituales y al participar juntos en rituales que dan una forma fresca a los impulsos humanos intemporales de homenaje y asombro.


No hay absolutamente nada incompatible entre el redescubrimiento de los vocabularios tradicionales de reverencia y la creación de expresiones contemporáneas de nuestra propia experiencia. Idealmente, los dos esfuerzos se influyen y enriquecen mutuamente. Caminar por un laberinto en la Catedral de la Gracia, hoy, tiene una resonancia mucho más profunda si uno puede seguir su historia, desde la antigua Grecia y a través de la Europa del Medioevo, hasta el San Francisco moderno. Como lo escribí en la letra de "La Señora de la risa estacional", un himno incluido en el himnario Singing the Living Tradition, todo lo que sabía de la adoración antigua, de la espiritualidad oriental y las fórmulas occidentales clásicas para las plegarias, así como mis propios aprendizajes de vida y el escepticismo estuvieron también presentes.



El lenguaje de reverencia es, en última instancia, el lenguaje de la humanidad. La experiencia humana de encontrarnos en presencia de ese momento intenso, exigente y fugaz en el que la opaca superficie de las cosas se vuelve transparente a un significado casi mayor de lo que podemos soportar, nos pertenece a todos. Sólo si no ponemos atención podríamos evitarlo. No se necesita de dioses, ángeles u otros mundos mágicos. El mundo que tenemos es suficientemente mágico, suficientemente santo, suficientemente sagrado. Somos quienes traemos los ojos para ver, las mentes y almas para maravillarnos. Somos quienes más aportamos a la construcción de los significados de nuestros breves días, mismos que resultan profunda y poderosamente importantes, justo aquí, entre las cosas completamente naturales de la vida. Lo santo no es sino lo ordinario, sostenido ante la luz y visto en su profundidad. Es la conciencia de la creatividad y una vinculación que no controlamos, en un universo siempre en expansión, más intrincado más asombroso de lo que imaginamos. Es el reconocimiento de que estamos formados de la tierra de la que surgimos y sobre la que vivimos, nos movemos y tenemos nuestro ser; y que finalmente, no estamos solos. Pues nuestra humanidad misma es iluminada para nosotros por los otros seres como nosotros, cada uno de los cuales ofrece la auténtica presencia de lo divino.


Debemos, por supuesto, luchar contra un vocabulario trivializado por los lugares comunes más obvios y sentimentales, así como por las frases baratas usadas para tranquilizarnos. No debemos dejar que el lenguaje de reverencia sea manipulado por las fuerzas de la avaricia corrupta que se alinearía con los bolsillos de los televangelistas y los mercaderes del poder quienes atribuirían a la voluntad de dios sus propias ambiciones. La mayoría de nosotros nunca sucumbiríamos a los grilletes de la mentalidad literalista que nos aqueja tanto hoy, no menos de lo que aquejó antes a quienes nos precedieron; rechazar el lenguaje religioso porque no podemos creerlo literalmente termina por restringirnos tanto como la creencia de que deberíamos hacer exactamente lo que éste expresa.


Habríamos de ocuparnos de reexaminar y reivindicar los tesoros de la reverencia que constelan el paisaje de la historia humana —si no por cualquier otra razón, al menos por el bien de los niños pues de no ser por esto serían criados en el vacío espiritual de nuestros propios resentimientos. En el proceso, hemos de encontrar que mejoramos en modestia y madurez, así como en nuestro vocabulario y que por sí mismo esto no estaría nada mal.





Una versión anterior de este ensayo fue presentada como conferencia en la Asamblea General 2004 de la Asociación Unitaria Universalista de Congregaciones, en Long Beach, California.





jueves, 13 de noviembre de 2008

[Grupo Cáliz] "El lenguaje reverente: ¿Cómo hablar de nuestras experiencias sagradas?"


La Libre Congregación Unitaria de México (LCUM) te invita a participar junto con nosotros en nuestras próximas actividades públicas de noviembre (Grupo Cáliz el 22) y diciembre (13 Ritual de Celebración de la Luz y Convivencia de fin de año) de 2008:


"El lenguaje reverente:
¿Cómo hablar de nuestras experiencias sagradas?"


Grupo Cáliz (sábado 22 de noviembre de 2008, 5pm)


Puntos para la reflexión previa personal a compartir en el
Grupo Cáliz este sábado 22 de noviembre:

Los integrantes de las congregaciones unitarias llevan algunos años de lucha para acomodar el concepto de “El lenguaje de reverencia”. La Revda. Kendyl Gibbons (ministra unitaria universalista y codecana del Humanist Institute) describe tres diferentes propósitos por los que los unitarios habrían de necesitar un lenguaje de reverencia: “para responder en el momento a nuestras experiencias asombro y comunión; para describir esas experiencias a otros; y para propiciar tales experiencias, tanto en nosotros como en otros.” “Human Reverence” UU World, Summer 2006.


En esta sesión nosotros mismos lucharemos con estas cuestiones del lenguaje y de los sentimientos que evoca.



1. Piensa en una ocasión en que experimentaras un momento de asombro o temor reverencial. Escribe un párrafo que lo describa. Regresa y subraya las palabras que usaste para evocar ese espíritu de asombro.


2. ¿De dónde provienen estas palabras? ¿Sientes que tomas prestadas de otras tradiciones algunas de estas palabras? ¿Puedes apropiártelas, hacerlas de verdad tuyas?


3. ¿A qué prestas reverencia? ¿Qué adoras? ¿Cómo lo llamas? ¿Cómo lo comunicas a otros?


4. ¿Qué vocabulario usas para conversar sobre religión? ¿Cuán cómodo/a te sientes al participar en una conversación sobre religión con quienes tienen diferentes creencias, comunidades de fe y práctica religiosa que tú? ¿Acaso el lenguaje se convierte en un campo minado?


5. ¿Has llegado a sentir que te limitan las palabras que usas con comodidad? ¿Has sentido la necesidad de un lenguaje común?


6. ¿Cómo te sientes al definir o redefinir estas palabras?

• Bendición, bendito

• Sagrado

• Santo

• Dios, dios, diosa

• Poder Superior

• Divino

• Espíritu

• Orar, oración

• Amén

El Señor


Para profundizar en la reflexión se publicarán en el blog de la LCUM (www.lcum.blogspot.com) diversos artículos sobre esta discusión. ¡Mantente al tanto!

Puedes consultar: "La humanísima reverencia", de la Revda. Kendyl Gibbons:

http://lcum.blogspot.com/2008/11/la-humansima-reverencia.html

Y también puedes consultar Búsqueda Unitaria: La razón y la reverencia del Revdo. William R. Murry:

http://buscaunitaria.blogspot.com/2008/12/la-razn-y-la-reverencia.html



Fecha:
Sábado 22 de noviembre de 2008

Hora:
5:00 PM

Qué es:
Un Grupo Cáliz es un espacio de intimidad espiritual, de diálogo libre, en el que compartimos desde nuestras visiones y experiencias, de corazón a corazón y nos otorgamos los unos a los otros nuestra más sagrada atención. Al concluir la sesión hacemos una comida con lo que los asistentes lleven para compartir.

¿Para quién?:
Para integrantes, amigos y visitantes. Esta celebración unitaria pública está abierta a personas de cualquier persuasión religiosa (o de ninguna).

¿Dónde?:
Casa de los Amigos. Ignacio Mariscal #132 (entre Ponciano Arriaga y Jose Ma. Iglesias), Col. Tabacalera (una cuadra al sur del Metro Revolución-Línea 2 o Metrobús).

Recomendaciones:
Sería muy recomendable que reflexionaras sobre tu visión, experiencias y sentimientos acerca de los puntos sugeridos. Asistir puntualmente con disposición a participar. Para la comida compartida te invitamos a llevar algún alimento o bebida para compartir con los asistentes.

Costo:
La participación en este
Grupo Cáliz no tiene costo.




Mayores informes:

Teléfono:
5378.7808


Móvil:

04455.2021.1837


Buzón electrónico:

serviciounitario@gmail.com

Bitácora de la Comunidad de la LCUM:

http://www.lcum.blogspot.com/

Grupo de la LCUM en: FACEBOOK

Grupo virtual de información, noticias y comunidad LCUM: http://mx.groups.yahoo.com/group/unitariosuniversalistasmexico/