martes, 5 de febrero de 2008

Boletín de Adoración #2A: Doug Muder: "¿Iglesia para qué?"

Reflexiones al inicio de otro un nuevo año congregacional

Doug Muder, 6 de septiembre de 2007

Hacerlo parece algo anticuado, si te detienes a pensarlo

¿Por que renunciar a una mañana a la semana, ponerte presentable junto con tu familia, e ir a la iglesia? ¿Por qué participar en sus comités y colaborar en sus proyectos? ¿Acaso no tienes otras cosas más urgentes que hacer con tu tiempo? ¿Por qué contribuir con dinero que seguramente podrías ocupar para otro propósito (podrías apartar ese dinero para unas vacaciones, o tal vez usarlo para bajar el horrible saldo de tu deuda de la tarjeta de crédito)?

¿Por qué iglesia?

Las iglesias tradicionales cuentan con una respuesta simple: La Eternidad. Parecería que te ofrecen un muy buen trato: un poco de problemas y de gastos ahora a cambio de la dicha eterna. De lo contrario podrías enfrentarte a la perdición. ¿Cómo será eso? ¿Tienes seguro contra incendios, no es así? ¿Por qué no contratar un segurillo contra el fuego infernal?

Pero nuestra iglesia no se tiraría ese rollo. Te hemos capacitado (si lo has necesitado) para no entregarte así a la credulidad, para no brincar ante cada amenaza o promesa que alguien haga en tono de experto autorizado, para no sacudirte como un títere con cada mandamiento, "Haz-tal-cosa", o "No-hagas-tal-y tal" que leas en algún texto presuntamente antiguo. ¿Por qué habrías de hacer tal o cual cosa? ¿Por qué habrías de dejar de hacer la otra? ¿Quién es esa voz que se presenta como Dios? ¿Hay un hombre detrás de la cortina? ¿Hay una iglesia del-todo-humana y del-todo-terrenal?

¿Por qué habríamos de hacer nosotros (que sabemos esto) una iglesia? ¿Por qué la haríamos, aunque la llamemos "iglesia-libre", como suele suceder? ¿Acaso los animales, devueltos a la libertad en las planicies de África, se construirían un zoológico? ¿Haría alguna diferencia que lo llamaran zoológico "libre", y que tuviera jaulas sin cerraduras? ¿Se rodearían de alambre y permanecerían en áreas aisladas circundadas por fosos, sólo por los viejos tiempos?

No.

¿Así que por qué una iglesia?

No necesitas otro reclamo de tu atención. Olvídate de la vida eterna, la vida cotidiana ya es más que suficiente material de reflexión. El trabajo, la salud, el hogar, la familia —¿acaso no podrías utilizar otras 24 horas adicionales cada día tan sólo para darles seguimiento? ¿O para hacerlos a un lado y así contar con algo de tiempo para ti mismo? Tal vez alguna vez hubo amas de casa que requerían de una iglesia como excusa para salir de la casa por un rato. Tal vez hubo trabajadores que se sentían agradecidos porque se les dijera que se sentaran sin hacer nada el domingo por la mañana [el cuarto sábado del mes por la tarde en el caso d ela LCUM].

Pero esos días ya pasaron, ¿no es así?

O tal vez no es así. No trabajas 16 horas al día en una mina o en un molino. No quitas el polvo a las alfombras a palos ni acarreas el agua a pie desde un pozo lejano, ni preparas y horneas el pan de la familia desde la masa (a menos que lo desees). Pero siempre hay algo, ¿no es así? Algo que una mejor versión de ti mismo podría hacer ahora. Cosas que ordenar. Planes que elaborar, cartas por escribir, cosas que alguien esperaría que supieras, entendieras y manejaras. Pronto. Tal vez ya.

A veces la vida es como uno de esos sueños en los que corres de algo y no crees que lograrás evadirlo. Crees que necesitas correr más rápido, pero lo que realmente necesitas es despertar.

¡Despierta!

¿La Eternidad? Podrías usar una excusa para retroceder y pensar sobre el próximo mes. O en lo que harás dentro de un año. O en cinco. ¿Hacia dónde te lleva esta vida que has hecho? A veces esta cuestión te pega a pesar del montón de ropa en el cesto, de la reunión de mañana por la mañana, y de los niños que esperan que alguien los recoja.¿Hacia dónde va todo?

Tal vez te peque en un cumpleaños redondo. O cuando menos lo esperas, al encontrarte un mechón de cabello blanco o al escuchar noticias sobre aquel amigo que no has vuelto a ver por mucho tiempo.

O tal vez te llegue luego de uno de esos momentos en los que el tiempo parece detenerse. El ultimo destello de rayos solares rojísimos sobre el ocaso marino. O el motor zumba y avanzas por la carretera interestatal y de repente te das cuenta de que te sabes la letra de la canción que suena. O terminó la sinfonía pero su última nota todavía resuena en tu mente; te quedas en el asiento un rato más procurando no perturbar ese sonido. El momento que, por sus propias razones, no se escapa. Perdura, se alarga. Y cuando reinicia el tiempo, entonces se te ocurre preguntarte:

¿Hacia dónde va todo?

Ni siquiera se trata de la muerte, no realmente. Si el hilo de tu vida diera un se tronara repentinamente, bueno, entonces todo habría acabado y probablemente no estarías en ninguna parte sobre la que pudieras pensar (o si lo estuvieras, tendrías tal vez un hilo diferente, todavía tenso). Tal vez esa sería la mejor forma de morir, correr por tu vida y (de repente) ya no.

No, no es la muerte la que te alcanza. Es la pérdida. Algo se desliza hacia el pasado irrecuperable y te preguntas: ¿Se suponía que hiciera algo con eso? La tension de tu cara, el silbido de tu bola rápida, la energía juvenil que parecías tener hace unos pocos días. ¿Se suponía que hiciera algo con eso? El mentor que siempre pareció tener una respuesta, la abuela que se sabía todos los cuentos —ahora se te quedan viendo sin expresión y te preguntas: ¿Se suponía que hiciera algo por ellos? ¿Había ahí un mensaje que se suponía que debía oír para poderlo llevar y transmitirlo? ¿Me perdí de algo?

Tal vez. O tal vez puedas recordarlo todavía, si te detienes y lo piensas.

Y no se trata solo del tiempo, sino también del espacio. En alguna parte, justo ahora, los niños mueren de enfermedades que podrían haberse curado desde hace medio siglo. O de pura hambre, tal vez, que siempre ha sido curable. Se pelean guerras, y la gente toca los tambores para iniciar otras nuevas. Alguna gente comete crímenes, mientras otros buscan las opciones que la sociedad les ofrece legalmente y se dan cuenta de que ninguna de ellas es aceptable. El mundo natural sigue matando gente con inundaciones y terremotos. En alguna parte, ahora mismo, una persona perfectamente buena e inocente espera inerme un héroe.

¿Quién? ¿Tú? No puedes. Los platos se apilan en el lavatrastes, la chequera está desequilibrada y una voz en la TV dice que todo estará bien si tan sólo compras su producto. La tarea de los chicos no está hecha, hay que cortar el césped del jardín y los suegros vienen mañana a comer.

Es grande, el mundo lo es. Está lleno de gente y todos quieren algo. Algo de ti, tal vez. Quizás debieran tenerlo, y tal vez incluso deberías estar dispuesto a dárselos si tan sólo conocieras el sendero desde tu puerta a la de ellos. Pero no lo conoces.

O quizás todo es un reality show televisivo. ¿Quién logrará salir airoso en esa isla y ganarse el millón de dólares? ¿Acaso esa joven actriz prometedora dejará de beber alguna vez y arreglará su vida? ¿Será realmente gay ese político? ¿Habrá realmente matado esa celebridad a su esposa?

¿Qué es real? ¿Qué no lo es? ¿Qué es lo que debería importarte y por qué? ¿Quién tiene el tiempo para desatar, resolver, resumir y decidir todo lo necesario?

Nadie.

Al menos, ninguna persona por sí sola podría, si debiera hacerlo todo por sí misma. Nadie tiene el tiempo. Nadie tiene el conocimiento. Nadie es tan listo.

No sólos. No por nosotros mismos

¿Pero y si nos reuniéramos un montón? Piénsalo. Podríamos apartar algún tiempo para reunirnos. Podríamos recordarnos los unos a los otros de dar un paso atrás y mirar la imagen más amplia. Podríamos comparar notas sobre qué es importante y qué no lo es. Quizás, juntos, podríamos aclarar las cosas. Quizás, si nos reunimos con la suficiente regularidad, podríamos aprender a conocernos los unos a los otros y desarrollaríamos confianza mutua, así que cuando me encuentre corriendo tan rápido que no pueda recordar quién quiero ser, podrías recordármelo. Y tal vez yo pueda recordártelo. Quizás de vez en cuando podríamos saludarnos de mano, así podremos dejar de correr y entonces despertar.

Podríamos intentarlo

Podríamos hablar sobre lo que sucede en el tiempo y en el espacio (o incluso fuera del tiempo y el espacio, si por alguna razón nos pareciera importante). Y entre todos nosotros, cualquier día dado, podría haber alguien que supiera lo que debemos saber y entendiera lo que necesitamos hacer. No la misma persona cada vez, pero sí alguien. O quizás todos contribuyamos con una pieza del rompecabezas, y reunamos algunas. Tal vez las suficientes para armar una imagen.

Podría funcionar. Sería un inicio, al menos. Tal vez, al hacerlo, pensemos en algo más, algo mejor.

Así que, ¿como llamar a este montón de gente que se reúne para recordarse mutuamente cuáles son los mejores seres que podemos ser, para despertarse mutuamente, para compartir nuestra atención y así tratar de afrontar un mundo que es demasiado para cada uno de nosotros sólos? Podríamos acuñar una nueva palabra. O podríamos reciclar alguna palabra vieja (por lo que a mí concierne) que ha andado por ahí, sin un uso digno por algunas generaciones.

Podríamos llamarlo iglesia

¿Qué piensas? Podríamos intentarlo. Podría funcionar.

¿Nos vemos el domingo [el sábado 22 de septiembre], quizás? Pienso que allí estaré.



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