jueves, 17 de abril de 2008

El furor por los ángeles hace estragos


Robert M. Price http://www.robertmprice.mindvendor.com/ser_rageof_angels.htm

(Traducción Fco. J. Lagunes Gaitán)

El furor por los ángeles parece el ultimo grito de la moda estos días. Luego de una casi total invisibilidad previa, ahora parecen estar dondequiera que mires. ¿Qué? ¿Acaso te has vuelto loco, Price? ¿Ahora ves cosas? Sí, así es. No te preocupes, no veo ningunos ángeles de verdad, imagínate nomás, nada de entes resplandecientes alados. Pero sí que los veo en calendarios, camisetas estampadas, tazas para el café, prendedores, y desde luego, en algunos de esos populares y tan sensacionalistas como dudosos 'documentales' en los que le toca su exposición a la fama a cada obsesión paranormal. Pasa como con los evangelistas de la TV, los programadores televisivos permiten que los puntajes de audiencia de Nielsen / Ibope gobiernen su teología. Si lo ha de ver la suficiente cantidad de gente, entonces debe ser verdad.

Así que uno difícilmente puede escaparse de los ángeles, Al menos de momento. Tienen, como nosotros los pobres mortales, sus quince minutos de fama. De hecho, mejor me las arreglo rápido con este sermón, ¡de lo contrario correría el grave riesgo de quedar pasado de moda antes de que lo termine!

Me parece que se puede dividir el actual interés en los ángeles en dos categorías. Por una parte, los ángeles se han convertido en una suerte de variación del tema de los contactados por los OVNI. La gente escribe libros sobre sus 'encuentros cercanos' del tipo angélico. Es más de esa fijación general de la Nueva Era con seres supuestamente más elevados que pueden prestarnos una mano de ayuda.

Para ser honesto, antes de embarrar de alquitrán y plumas a los ángeles con la brocha de Shirley MacLaine y Ramtha, debo decirte que Schleiermacher (1768-1834) y otros grandes teólogos liberales también compararon a los ángeles con seres de otros planetas. Tal vez no sea una idea del todo chalada.

Esta clase de cosa ha sucedido antes en muchas culturas. Es un signo de una crisis religiosa. Como Gabriel Vahanian diría, la moda de la creencia en ángeles es justo lo contrario de lo que podría parecer inicialmente. Parecería un signo de renovación religiosa pero, en cambio –como la creencia en el ocultismo–, es un signo de la Muerte de Dios. Es un ultimo jadeo exótico de religión en una sociedad harta. Una retirada hacia la superstición.

Y ha sucedido antes. En el judaísmo antiguo, la gente perdió de vista al Dios Único y se volvió a la adoración de los ángeles. En África Occidental y en la Arabia preislámica el pueblo comenzó a creer que un gran Dios Elevado se había retirado y nos había dejado solos para bregar con la burocracia celestial.

Por otra parte, el furor por los ángeles podría no ser superior a la moda de los gatos: tú sabes, como todos los carteles y tazas basados en dibujos de gatos de B. Kliban. Los ángeles se han visto reducidos a mascotas en nada esencialmente mejores que los querubines para las tarjetas del día de San Valentín. Así que alguna gente se los toma con mucha seriedad, mientras que otra con no tanta seriedad.

¿Eh? ¿Cómo estuvo eso? ¿No con la suficiente seriedad? ¿Acaso afirmé que creo en los ángeles? No, no en realidad. Pero creo que hay una verdad importante aquí, y una que tal vez ha sido descuidada en esta época actual de tan desmesurado furor por los ángeles. Para decirte lo que esto es necesito regresar y completar algo de los antecedentes del mito de los ángeles.

Comenzó en la antigua Persia, como parte de la religión mazdeísta (de Zoroastro). Ahí se llegaron a fusionar dos antiguos mitos de una manera muy interesante. El primero de estos fue una idea de doncellas guerreras divinas, como las valquirias germanas, que volarían sobre los campos de batalla recolectando las almas de los fallecidos para llevarlas hacia la presencia de Dios.

El otro fue la idea de los dobles-espirituales, una contraparte espiritual tuya que dejaría el cielo en un momento determinado para nacer en la tierra en un cuerpo físico. Contamos con folclore sobre esto, como si Dios tuviese una sala de espera en el cielo y mandara a los bebés a la tierra a través de la cigüeña.

En algún momento, ambos conceptos se fusionaron de alguna manera, y el resultado fue lo que la escritura mazdeísta (Avesta) llama 'fravashi'. Se trata de una contraparte espiritual tuya que te cuida y protege hasta que te llega tu tiempo de irte, de regresar a Dios. Lo llamamos el ángel guardián.

Esta idea se transmitió a la Biblia junto con muchas otras ideas y mitos de Persia. En Daniel leemos de ángeles guardianes de naciones enteras, que sirven como patrones de aquellos reinos y luchan a favor de ellos en el cielo cuando las guerras tienen lugar aquí en la tierra.

Pero en el Evangelio de Mateo (18,10) también leemos de individuos y de sus ángeles personales. "No desprecien a ninguno de estos pequeños. Pues les digo que en el cielo los ángeles de ellos están mirando siempre el rostro de mi Padre celestial."

Lucas muestra la misma idea en el Libro de los Hechos, cuando Pedro está en la fila de la ejecución y es rescatado milagrosamente. Pero entonces logra llegar a la casa en la que sus amigos oran por su liberación. Y en uno de los momentos más chistosos de la Biblia, toca a la puerta. La doncella lo ve, se queda sin habla y lo deja esperando afuera mientras entra corriendo a avisar a los otros. ¡Y no le creen! ¡Faltos de fe! Se imaginan que es demasiado tarde. Pedro debía estar ya muerto. ¿Quién estará a la puerta entonces? "Debe ser su ángel".

¡Interesante! Nos dice que ellos pensaban que tu ángel guardián habría de verse como tú. ¡Incluso implica que tu ángel guardián era tu fantasma! Tu alma. Y esta es nuestra pista.

De acuerdo a las doctrinas esotéricas de las sectas cristianas suprimidas, ¡tu ángel guardián también era tu más elevado yo! Era parte de esta doctrina la idea de que tú tendrías varios estratos físicos y espirituales, siete niveles de ti. El menos refinado sería el cuerpo material, mientras que el más refinado sería el espíritu. Y el objetivo de la salvación era liberar al espíritu de su encarnación en esta carne. Por ello es por lo que los gnósticos de Corinto se mofaban de la doctrina de la resurrección de la carne.

¿Cómo podrías separar tu yo espiritual de tu yo carnal? Por medio de la meditación y el estudio. Y luego, al morir, el espíritu podría remontar libremente el vuelo y regresar a su unidad primordial con el Pléroma Divino. Se parece mucho a la Yoga.

Había sacramentos especiales que te podían ayudar. Uno era llamado la Cámara Nupcial. Se le menciona en el Evangelio de Felipe y en el Evangelio de Tomás (Aurelio de Santos Otero, Los evangelios apócrifos, BAC, 2003). En ese sacramento uno se prepara para una visión en la que se contempla a Cristo como el novio del alma.

Otra imagen de lo mismo era que contemplabas a tu propio gemelo espiritual, a tu ángel guardián, a tu yo elevado, y éste también era Cristo.

He aquí una pieza profunda de espiritualidad: que si llegas, como frecuentemente dicen los evangélicos, a conocer a Cristo, será conocer a tu verdadero yo por primera vez. Un viejo dicho Zen lo expresa así: "Si encuentras al buda en el camino, ¡mátalo!" Puesto que el único buda verdadero que puede haber es el que está oculto dentro de ti, a la espera de salir.

Creo que es muy significativo, puesto que te ofrece una alternativa a esas espiritualidades nocivas que siempre te dicen que renuncies a ti mismo si quieres crecer espiritualmente. Está bien, si haces eso podría ser que terminaras siendo más espiritual de lo que eras. ¿Pero quién serías? ¡Supongo que ya no serías tú para nada!

Para ser honesto, esa clase de espiritualidad no me atrae en lo más mínimo. Y no creas que no la he intentado. Vaya que lo he hecho. Probablemente tú también. Y tal vez sea una de las razones por las que me lees en este momento. Necesitas, mereces, una alternativa espiritual al odio piadoso contra tu propia persona.

Cuando he sido de lo más 'espiritual', de lo más piadoso, he reprimido mi propia personalidad, y nunca podría seguir haciéndolo por mucho tiempo. Llegará el día en que tenga que ser yo mismo de nuevo. Y este concepto de tu ángel guardián, tu Cristo contraparte, es realmente la más elevada versión de ti, la mejor edición, con todos los errores corregidos —¡eso me gusta! ¡me da esperanza!

¿No es eso lo que dijo el sicoanalista Carl Jung (1875-1961)? (Jung fue un gran gnóstico, ¿sabes?) Habló de un proceso de crecimiento personal y moral en el que primero logras convertirte en un Ego. Aprendes cuáles son tus intereses, tus habilidades y te regocijas en ellas. Vigilas un territorio y lo defiendes. Y esto es muy necesario.

Pero necesitas desarrollarte más allá de ello, hasta la siguiente etapa. Te das cuenta de cuánto necesitas hacerlo cuando ves a alguien que parece atorado en la adolescencia. Están demasiado llenos de sí mismos y no consideran que valga la pena escuchar el consejo de nadie. Ni siquiera están muy interesados en otros, excepto en la medida que sirvan a sus fines. Está bien que esta persona tenga un Ego, es sólo que necesita algo más. Necesita convertirse en un Yo con 'Y' mayúscula. Jung dice que cuando logras evolucionar hacia tener un Yo, amplías tus intereses, tus simpatías y tus preocupaciones para incluir a otros. Más y más otros, hasta el extremo más exterior, haces lo que la Madre Teresa, Martin Luther King, Mohandas Gandhi y Albert Schweitzer hicieron: identificas los intereses de los otros con los tuyos propios. En breve: realmente llegas a amar a tu prójimo como a ti mismo —¡puesto que llegas a darte cuenta de que tu prójimo está incluido en tu mismidad! No eres un ente aislado. Y ahora te das cuenta. No puedes simplemente ir y pretender que el mundo está bien en tanto tu propia rebanadita de él sepa bien.

Si elogias a alguna de estas almas heroicas por dejar de lado sus propios intereses en favor de otros, me atrevo a decir que no sabrán a lo que te refieres. ¿Sacrificio? ¿Cuál sacrificio? Los intereses y problemas de todo el mundo simplemente se han vuelto tus propios intereses y problemas. Poca gente transita por todo este camino, pero por allí debes ir para que el apretado capullo del Ego florezca gradualmente hacia un bello y pleno Yo.

Debes hacerte de un Ego, pero luego debes usarlo como pista de lanzamiento para impulsar al Yo y que éste alce alto el vuelo. El Ego es un punto seleccionado que se convertirá en el centro de un círculo, pero luego dibujas una circunferencia, y el círculo se ha de expandir hasta abarcar más y más —llegando a abarcarlo todo en su camino.

La mejor ayuda que puedes obtener es ayudarte a ti mismo, llegar al punto en que no necesites más ayuda. Y eso es lo que me molesta del actual furor por los ángeles. A los ángeles los pintan como tu propio Michael Landon (Camino al Cielo) personal. Pero son considerablemente más personales que eso. ¡Son tu propio tú personal! Son tu mejor posibilidad que puedes y debes tratar de alcanzar. Y al hacerlo, cuando lo haces, el ángel que te encuentras no será un extraño del más allá. Será un rostro familiar. Será tu propio rostro.



Robert M. Price: Profesor de teología y estudios escriturales en el Johnnie Colemon Theological Seminary, fundador y editor de The Journal of Higher Criticism, Asociado The Jesus Seminar, Miembro del Comité Ejecutivo The Jesus Project, Asociado The Committee for the Scientific Examination of Religion, Investigador Asociado del Center for Inquiry Institute, Editor colaborador de Spinoza's Lens, Webmaster de The Bible Geek.

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