martes, 9 de septiembre de 2008

Cómo publicó Beacon Press los Papeles del Pentágono

2 de julio de 2007. Amy Goodman para Democracynow.org (licencia Creative Commons 3.0) Trad. Francisco Javier Lagunes Gaitán.

Cómo fueron publicados los Papeles del Pentágono por

Beacon Press: Una historia notable contada por el soplón Daniel Ellsberg, el precandidato presidencial demócrata en 2007: Mike Gravel y el dirigente unitario Robert West


AMY GOODMAN: Este fin de semana se cumplen 35 años de que Beacon Press perdió un caso ante la Corte Suprema que presentó en su contra el Gobierno de los Estados Unidos de América (EUA) por la publicación de la primera edición completa de los Papeles del Pentágono. Se sabe bien cómo el New York Times fue el primer medio que publicó extractos de los documentos ultrasecretos en junio de 1971. Pero no se conoce tan bien cómo fue que Beacon Press –una editorial pequeña, sin fines de lucro y afiliada a la Asociación Unitaria Universalista de Congregaciones (UUA)– llegó a publicar las 7,000 páginas completas que pusieron al descubierto la verdadera historia del involucramiento de los EUA en Vietnam. Su publicación llevó a la editorial a una espiral de dos años y medio de hostigamiento, intimidación, de casi bancarrota y de la posibilidad de encausamiento criminal.

Esta es una historia que sólo raramente ha sido contada en su integridad.

La semana pasada moderé una actividad pública en la Asamblea General 2007 de la UUA en Portland, Oregón, para conmemorar la publicación de los Papeles del Pentágono y su relevancia hoy. Hoy escuchamos la historia en boca de tres hombres que estuvieron en el centro de la tormenta: El entonces analista del Pentágono y la RAND Corporation, el afamado soplón Daniel Ellsberg, quien filtró los Papeles del Pentágono al New York Times. Mike Gravel –entonces senador por Alaska y en 2007 precandidato demócrata a la presidencia de los EUA– que cuenta la dramática historia de cómo introdujo los Papeles del Pentágono al registro del Congreso y los entregó a Beacon Press. Y Robert West, quien presidía entonces la Asociación Unitaria Universalista de Congregaciones (UUA) a cargo de Beacon Press y quien aprobó la publicación de los Papeles del Pentágono.

Comenzamos con Daniel Ellsberg, a quien Henry Kissinger una vez describió como "el hombre más peligroso del mundo".

DANIEL ELLSBERG: Había 7,000 páginas de documentos ultrasecretos que demostraban el comportamiento inconstitucional de una sucesión de presidentes, la violación de su juramento y la violación del juramento de cada uno de sus subordinados —yo era uno de ellos— quienes habían participado en ese terrible e indecente fraude a lo largo de los años en Vietnam, situándonos en una guerra sin esperanzas, que había, desde luego —y una guerra injusta— que ha, desde luego, sido reproducida y es reproducida ahora mismo y podría ocurrir de nuevo en Irán. Así que la historia de aquello, pienso yo, podría ayudarnos a salir de esa guerra particular.

Permíteme saltarme los 22 meses intermedios que transcurrieron realmente desde que copié por primera vez los Papeles del Pentágono, mientras trataba de sacarlos a la luz y los senadores y otros que no estaban por la tarea de sacarlos a la luz, personas por lo demás muy admirables y creíbles en sus actividades contra la guerra: el senador Fulbright, el senador McGovern, el senador Gaylord Nelson [el iniciador de la celebración del Día de la Tierra] y varios otros. Excepto por Nelson, Fulbright, McGovern y el senador Mathias, alguna de la mejor gente del senado, de hecho y contrario a lo que usualmente se reporta, no se rehusaron a sacar a la luz los papeles cuando lo discutí con ellos. Cada uno de ellos se mostró de acuerdo en revelarlos públicamente pero al pensarlo con más cuidado durante cierto tiempo, dijeron que simplemente no podían hacerlo ellos, no podían asumir el riesgo —en efecto, en otras palabras, "Podría tomar el riesgo, pero tengo una posición importante aquí y no puedo agitar yo las aguas aquí".

Leí a —yo le di los papeles al New York Times (NYT)— lo siento, a Neil Sheehan, pero sin la seguridad de que los publicarían en ese periódico y por razones que todavía no tengo claras, Neil, quien, de nuevo, actuó muy admirable y creíblemente, tal como lo hizo el NYT, que asumió un gran riesgo al decidir publicar los Papeles del Pentágono, no me dijo que los sacarían a la luz. Todavía no tengo claro en este día por qué fue eso. Pero yo proseguí —mientras trabajaban para tener listos para su publicación los Papeles del Pentágono, en la primavera de 1971, todavía me preocupaba y trataba de buscar dónde publicarlos. Me acerqué a Pete McCloskey, quien, de nuevo, estuvo de acuerdo en hacerlo, pero tomó grandes esfuerzos del Departamento de la Defensa antes de hacerlo. Fue de mucho apoyo durante mi proceso subsecuente.

Y también pensé entonces —leí en el periódico sobre el senador Gravel por Alaska, de quien realmente yo no sabía mucho, quien realizaba una estrategia de parlamentaria de bloqueo conocida como 'filibusterismo' [en la cual el parlamentario lee ininterrumpidamente desde la tribuna un libro para posponer indefinidamente la votación sobre un tema al que se opone] contra la ley de reclutamiento obligatorio al ejército, que era exactamente lo que había que hacer. Así que esto era lo que había considerado como prueba decisiva —probablemente nunca le hablé a Mike de esto—, propuse la idea de una acción 'filibustera' a varios senadores como una prueba decisiva para ver si eran la clase de personas dispuestas a dar un paso más allá y tal vez estuviesen dispuestos a publicar los Papeles del Pentágono. Y en cada caso obtuve respuestas serias —no eran frívolos— pero el punto era, como el senador Goodell me lo dijo, "Dan, en mi ocupación, no puedes permitirte parecer ridículo. No puedes permitirte ser objeto de risa". Y me dijo, "Si pudiera encontrar a otra persona que se uniera a mí lo haría". Eso escuché, de pasada —lo mencionaré— cada nombre que menciono aquí pertenece a la crema y nata del senado. El senador—oh, maldición, a mi edad olvido algunos nombres— pero de todas formas, los otros senadores dijeron más o menos lo mismo: "Si pudiera encontrar a alguien más que se me uniese, lo haría, pero no puedo hacerlo yo solo. Parecería tonto, no me puedo permitir eso".

Así que aquí había un senador sin miedo a parecer tonto, básicamente ese es el miedo que mantiene alineadas a las personas toda su vida. No te salgas de la línea. Es la clase de cosas que aprendes en las rodillas de tu madre para ajustarte, para alinearte con la masa —o en las rodillas de tu padre. No te expongas, no te hagas notar, tú sabes —no levantes la cabeza, o cosas así y no parezcas ridículo. Pero él no tenía miedo de hacerlo a propósito de una cuestión trascendente como el reclutamiento obligatorio en medio de la guerra. Así que pensé, "OK, tal vez este sea el tipo indicado". No nos habíamos reunido —antes me había reunido con los otros, pues los conocía. Pero a él no lo conocía. Me dije, "OK, él hace 'filibusterismo'".

Así que pasaría en algún momento —justo discutíamos esto. No está del todo claro en mi mente el momento en el que nos reunimos. En un momento lo mencionaré, pero recuerdo muy claramente que no sabía que el NYT estaba por publicar los Papeles del Pentágono el 13 de junio —salieron a la luz la noche del 12 de junio sin que nadie me lo informara, estaba yo en Boston en ese momento—y nadie me dijo que esto sucedía, así que por primera vez los tenía yo en mi apartamento. Nunca antes me permití que estuvieran ahí, para evitar que el FBI cayera sobre ellos. Esa era mi pesadilla. Tenía cierta cantidad de copias depositadas con diferentes personas, para ser capaz de decir, incluso encarcelado, ¿sabes?, "OK, saca esa o saca esta otra" con mi llamada de 10 centavos a la que tenía derecho, que ellos no podían evitar. Pero nunca me permití tenerlas en mi departmento. Por una sola vez, las tenía ahí —y Mike ni siquiera sabe esto— pues planeaba comunicarme con su oficina el lunes para ir a Washington, DC, sin saber que ya estaban en las páginas del NYT para ver a este hombre que resistía con 'filibusterismo'.

Así que me sentí totalmente agobiado cuando un amigo me comentó que el edificio del NYT estaba cerrado. Les preocupaba una redada del FBI y una orden judicial, puesto que ellos copiaban estas 7 —y preparaban ese gran estudio, del que nunca me dijeron. Así que dije, "Bueno, eso es muy interesante". Y mientras tanto, tenía esos papeles en mi apartamento. El FBI podría venir en cualquier minutoy yo ya había programado para esa noche una reunión con Howard Zinn, con nuestras familias —su esposa y la mía— para ir a ver Butch Cassidy and the Sundance Kid. Así que llamé a Howard Zinn, no le dije lo que pasaba por teléfono, pero le dije, "Voy a tu apartamento. Salimos de ahí" y fui allí on los Papeles del Pentágono, le pregunté si podía dejarlos en su apartamento por esa noche, a lo que respondió, tu sabes, "Está bien". Ya se los había mostrado. Fue una de las 2 personas a quienes les había mostrado anteriormente Noam Chomsky y Howard Zinn, a ambos— una parte de los documentos.

Así fue que los Papeles del Pentágono salieron a la luz ese día y a la media noche los llevábamos en Harvard Square. No hubo mucha atención para ellos el domingo, algo que sorprendió a todo el mundo en el NYT. La TV no lo retomó y así los demás. Pero el lunes sí que tuvieron atención y el punto clave fue que John Mitchell, el Procurador General, hizo un requerimiento al NYT para cesar la publicación de esta acta criminal, para que la detuvieran. Hay que recordar, que ya para entonces habían perdido a su firma legal, Lord & Day, sobre la base de que sus abogados les habían dicho que esto era una traición y un acto criminal, por lo que se negaron a representarlos. Y Mitchell lo confirmaba y les decía que debían detenerse.

Bueno, ellos siguieron adelante; no obedecieron el requerimiento.Así que al siguiente día, el martes, se emitió una orden de censura contra el NYT por primera vez en la historia. Sabemos ahora por las cintas que Nixon se lo había solicitado a Mitchell —lo escuché— el día anterior, el lunes, Mitchell quería poner sobreaviso al NYT. Y, desde luego, Nixon dice, "¿Hemos hecho esto antes?" Y Mitchell le dice, "Oh, sí, muchas veces". Terrible consejo legal proveniente del primer abogado de la nación. Nunca se había hecho en nuestra historia y desde luego, llevó a una batalla constitucional, misma que Nixon y su Procurador General perdieron. Pero lo censuraron, así que la cuestión era qué hacer ahora.

Yo no había sido identificado todavía, pero decidí, sobre la base de lo que otra persona me sugirió, que se lo daría al Washington Post. Y mientras tanto, había llamado a la oficina de Gravel —todavía podía usar un teléfono, no el de mi domicilio, pero fui a uno público— y le dije a la persona que me contestó, "Estará su jefe interesado en evidenciar al Pentágono" —no mencioné específicamente los "Papeles del Pentágono" "¿Planea su jefe continuar su 'filibusterismo'? ¿Seguirá ahí?" Me dijeron, "Oh, claro que sí". Dije, "Bueno, tengo un material que podría tenerlo leyendo hasta fin de año, si es que le interesara, usted sabe". Y dado que esa era la historia número 1 del momento, de alguna manera adivinó de lo que se trataba. Y pienso que Mike puede proseguir desde este punto. Esta persona fue y le informó a Mike de esta posibilidad. Pero la cuestión era cómo hacérselos llegar. Ya no podía viajar, como lo tenía planeado.

Así que terminaré esta historia, que se enlazará con las otras —Mike puede proseguirla desde aquí. La cuestión era cómo llegar a él. No estaba en posición de viajar en ese momento. así que hice arreglos con un anterior colega en la RAND, Ben Bagdikian, entonces editor del Washington Post (WP) que había pasado un par de años en la RAND como consultor. Ben Bagdikian, lo dije, lo conocía. Así que lo llamé y acordé que viniera a Boston —sí, fue una historia colorida. Vino a Boston, Cambridge. tomamos una habitación en el Treadway Inn cerca de Harvard Square y mi esposa y yo le trajimos esas cajas de papeles desordenados, cosas tremendas que no habíamos revisado con el debido cuidado y pasamos la noche con él revisando y ordenando los materiales que pudiera llevarse consigo. Y por la mañana tenía una gran caja. Le hacía falta —necesitaba una cuerda para la caja y le pidió una al encargado del motel Treadway, que le dijo, "Bueno, alguien ha estado amarrando un perro afuera. Puedo darle el cordón del perro". Así que atamos la caja y él salió con ella.

Mi esposa y yo vimos la televisión antes de regresar a casa. Habíamos estado toda una noche en esta labor. Eran entre las 7:00, 8:00, 7:30 de la mañana cuando llamaron a la puerta de nuestra casa unos agentes del FBI golpeaban la puerta en vivo por la televisión. Y llamaban a la puerta, así que pensamos, "Hmm, tal vez este no es el mejor momento, ¿sabes?, para regresar a casa en realidad". Y lo que pasó que que Sid Zion, quien estaba resentidísimo por haber sido despedido del NYT pronto logró detectar la fuente de la filtración y como revancha lo reveló en su programa de radio, el show de Barry Graves, la noche anterior. Así que el FBI estaba a mi puerta y esto aparecía en la TV, por lo que ahora estaba en la posición de no dejarme atrapar y de tratar de entregar las otras copias.

Bueno, esa fue la razón —por ello no regresamos a casa. Pasamos a la clandestinidad en Cambridge. Por los siguientes 30 días, el FBI llevó a cabo lo que los periódicos dijeron que fue la mayor cacería humana desde el secuestro del hijo de Lindbergh y así fue —mientras estábamos en Cambridge— nos buscaron por todo el mundo, en el sur de Francia, en California. Tuve la impresión de que hubo un gran dispendio de fondos públicos en viajes innecesarios, en esta búsqueda que el FBI hacía de nosotros, mientras nosotros nos ocupábamos de hacer llegar los papeles a los otros periódicos.

Y mencionaré, como uno de los últimos puntos, que siempre se menciona al NYT y al WP, desde luego, como a los que tuvieron el valor para proseguir con esto, mientras pasamos 30 días distribuyendo los materiales. Por esto evadía al FBI. Tenía otras copias y debía distribuirlas. En realidad, hubo 4 órdenes de censura, también contra el Boston Globe y el St. Louis Post-Dispatch, antes de que se desistieran de la censura, o habría habido más. Adicionalmente, otros 17 diarios publicaron los Papeles del Pentágono. Y extrañamente, esto no suele mencionarse en las historias del caso. No conmemoran esto, como ahora conmemoramos a Beacon Press, pero deberían hacerlo. Fue una ola de desobediencia civil a lo largo y ancho del país en la que a los editores se les decía que violaban la Ley contra el Espionaje, que cometían traición, que dañaban la seguridad nacional. Leían los documentos que les dábamos y decidían que no estaban de acuerdo con eso, como ciudadanos y patriotas, así que los publicaban. Se trataba de una desobediencia civil e institucional de cierta clase —no estoy informado de otro país o de otros periodistas que actuaran así, pero debemos celebrar esta clase de libertad y valor. Así que muchas gracias.

AMY GOODMAN: Este fue el soplón del Pentágono, Daniel Ellsberg. A continuación, el precandidato presidencial Mike Gravel [quien asume públicamente su fe unitaria universalista] retoma la historia desde ahí. Vamos ahora con el senator por Alaska, Mike Gravel, sí, el precandidato presidencial demócrata actual [2007]. En 1971, él recibió los Papeles del Pentágono del periodista del Washington Post, Ben Bagdikian, quien a su vez los había obtenido de Daniel Ellsberg.

MIKE GRAVEL: Permíteme retomar el hilo donde él lo dejó, puesto que realmente... hay muchas pequeñas viñetas y hablaré rápido, pero quiero mencionar todos los detalles, puesto que sé que lo que quieres conocer es el esqueleto de la cuestión. Puedes leer las líneas principales, pero es lo que sucedió en nuestra vida en esa época...

Dan llamó a mi oficina. Habló con Joe Rothstein, quien era mi asistente administrativo. Mi asistente administrativo lo atendió —pues yo estaba en el gimnasio del senado recibiendo un masaje. Estaba sobre la mesa. Y desde luego, no se permite el acceso al personal administrativo a esa área. Es terreno reservado, el gimnasio del senado. De repente él estaba tocando a la puerta. Decía, "¡Tengo que ver al senador! ¡Es una emergencia!" Y se las arregló para entrar al reservado de masajes, mientras el masajista aplicaba algo de presión hacia atrás, me susurró al oído. Dijo, "Alguien quiere darle los Papeles del Pentágono". Yo dije, "¡Hombre! ¿Donde está?" Dijo, "Nos volverá a llamar". Así que me vestí rápidamente, ¡hombre!, de verdad fui rápido. Regresamos a la oficina. Y me senté en mi oficina a esperar la llamada.

Luego llegó la voz. Dijo, "Senador, ¿leería los Papeles del Pentágono como parte de su 'filibusterismo'?" Dije, "Sí. Ahora cuelgue". La razón para ello es que tengo entrenamiento en inteligencia. A mis 23 años de edad fui oficial de control de documentos ultrasecretos. Pude clasificar y desclasificar —¡a mis 23 años!

Así que ahora venían hacia mí los Papeles del Pentágono. Tuve una noción de lo que eran, había una historia, una historia y desde luego, había leído lo que el NYT había publicado. Y aunque parezca increíble, Dan y yo tuvimos otras conversaciones. A decir verdad nuestros recuerdos son un poco vagos. Él me informó de algo que yo desconocía y ocasionalmente yo hice lo mismo con él, cuando escribía sus memorias tituladas: Secrets. Nos pasamos un par de días: "Oh, fue eso lo que —¿es esa tu interpretación de lo que piensas que hicimos?" "Sí", "Bueno, no, la mía es esta" —"Oh, no. lo hicimos de esta manera". Y qué sucede, que se trata de seres humanos. Todos tenemos una lectura diferente sobre los detalles.

Lo largo y corto de esto es que me llamó en unos pocos días y estaba enfadado. Estaba al teléfono y me dijo, "¿Por qué diablos no ha usado usted los Papeles del Pentágono?" Y yo le dije, "¿Por qué diablos no me los ha entregado? No los tengo. No he escuchado nada de ellos". Así que él se volvió a dirigir a Ben Bagdikian y Ben entonces contactó a mi oficina.

Bueno, sin malicia ni doblez diré que no sabía quién era Ben, pero él quería reunirse conmigo. Así que nos reunimos con cierto secreto en las escaleras frontales del Capitolio, tras una columna a plena luz del día durante la sesión. Así que Ben está ahí parado. Hablábamos de cómo pasarme los Papeles del Pentágono, cuando salió Bob Dole, quien era uno de mis enemigos, pero estábamos en el mismo comité y subió para hablar conmigo, Bagdikian se escurrió detras de una columna para no ser visto. Así que me deshice de Dole bastante rápido y volvimos a lo nuestro.

Bagdikian tenía su plan. Nos veríamos en algún lugar en el campo, tú sabesel Parque, Rock Creek en la obscuridad —yo dije "Espera un segundo, Ben. Debo decirte que tengo un poco más experiencia que tú en estos lances. Te diré lo que haremos, así me pasarás los Papeles del Pentágono: vendrás a las 12:00 de la noche y te veré justo debajo de la marquesina del Hotel Mayflower en Washington, D.C. A las 12:00 estacionas tu auto ahí. Llegaré en mi auto. Abrirás tu cajuela. Yo abriré la mía y pondré en ella los Papeles del Pentágono. Echaré los papeles en la cajuela y saldré de ahí rápidamente. Así lo haremos, ante Dios y el país que no notarán lo que sucedió".

Bien, ¿qué sucedió? Un grupo de nativos de Alaska pasó por ahí y dijeron, "Oh, ahí está nuestro senador" y todos querían venir a platicar conmigo. Y yo trataba de despegármelos a como diera lugar: "Bueno, tengo que salir corriendo. Tengo que salir corriendo." Y así, me subí en mi auto. Ambos lo hicimos. Transferimos los Papeles del Pentágono. Aceleré, estacioné mi auto, regresé y Ben y yo nos tomamos un café.

Me llevé los Papeles del Pentágono a casa. ¿Dónde iba yo a dejarlos? Los llevé a mi casa. Esta fue la primera vez que le dije de esto a mi esposa de ese entonces, Rita. Le dije, "Tengo los Papeles del Pentágono aquí mismo". Y desde luego, todo el mundo miraba, tratando de encontrarlos y de echarles mano a los Papeles del Pentágono. Ella dijo, "¿Qué harás con ellos?" "Los pondremos bajo la cama y dormiremos sobre ellos. Eso es lo que haremos". Y eso hicimos.

A la mañana siguiente —soy disléxico y me habría tomado más de un año entero leer todos esos papeles. Así que lo que sucedió, es que comencé a llamar personal de apoyo. Y les dije, "Mira, vas a entrar. Así que tráete tus cosas de limpieza personal. No le cuentes a tu esposa de lo que harás. Simplemente vienes a la casa del senador". Los recibía a la puerta y les decía: tengo los Papeles del Pentágono. Entra, pero no podrás salir hasta que me vaya. Pero no pensaré mal de ti si no entras, puesto que hay riesgos que desconocemos". Y cada uno, personalmente, dijo, "Senador, permítame hacerlo". Así que cuatro o cinco personas por dos días durmieron en el suelo de la sala y así fue como revisamos y ordenamos los Papeles del Pentágono.

El procedimiento que seguí fue el siguiente, leía mi pequeña porción del documento, su primera parte, que es la parte más histórica e interesante. Mientras que los otros revisaban el resto —les dije, "Cada que encuentren un nombre, muéstrenmelo". Yo revisaba el contexto alrededor y emitía un juicio sobre si había que recortarlo, o no. Y cuando digo recortarlo era literal, no nos limitábamos a poner una señal con un lápiz, sino que tomábamos las tijeras y lo recortábamos, para evitar los malentendidos.

Y ahora tenía que llevar los Papeles del Pentágono de mi casa al Capitolio, así que compré dos bolsas grandes de vuelo, tú sabes, de esas viejas bolsas de vuelo sin ruedas. Compré dos de estas para honrar a los Papeles del Pentágono. Y así pagué el dinero, los empaqué en dos bolsas como esas e iba a llevarlas al Capitolio. Pero ahora estaba preocupado, así que llamé al grupo Vietnam Veterans of America y les dije: "Miren, tengo un problema. Necesito a alguien para hacer guardia en mi oficina. Y lo que quiero, lo que requiero es a los veteranos más discapacitados que puedan encontrar para este trabajo". Y para mi sorpresa, entré caminando penosamente —y no habría dejado que mi personal tocara los Papeles del Pentágono— así que entré trastabillando con dos grandes bolsas, pesadas y desde luego, el personal camina hacia mí y los policías nos miran. ¿Por qué demonios el senador lleva las bolsas y su personal no las lleva por él? Así caminamos hasta el final del vestíbulo y allí unos 6 soldados con uniforme, 7 soldados uniformados, tú sabes, con su pelo de cola de caballo, llenos de insignias, todos en silla de ruedas. Y podían hacer vueltas sobre un solo lado con las sillas de ruedas. Y todo lo que podían hacer —no sabían lo que traía. Todo lo que dijeron fue: "¡Duro con ellos, senador! ¡Duro con ellos!" Yo estaba al borde de las lágrimas ante el compromiso de estos seres humanos. Y ellos hicieron guardia en la oficina. No, pero ellos habrían arrojado sus cuerpos contra cualquiera que intentara entrar.

Tenía los Papeles del Pentágono, así que me dirigí a la sala de sesiones del Senado. Ahora que, para ese momento había hecho un trato con Alan Cranston. Tenía que hacerlo —quería hacer una lectura 'filibustera'. Aunque admito que había un poco de viaje de ego en esto: quería romper el record de Strom Thurmond en 'filibusterismo'. Y la iniciativa del Servicio Militar Obligatorio expiraría a fines de mes, así que quería durar dos días, cerca de 48 horas, para romper el record. Me preguntaba ¿y cómo harás esto? La mayoría de la gente no sabe que cuando Huey Longy esos tipos solían debatir, lo que hacían era —tomaban mucha agua— se orinaban ahí en el salón de plenos. Pero no nos equivoquemos. Yo era un poco más cultivado como para hacer eso. Así que me las arreglé rápidamente. Así que fui a la oficina del doctor, le dije lo que sucedía, le dije que iba a 'filibustear', así que me colocó una bolsa de colostomía con una manguerita que daba abajo de mi tobillo. Y la labor de mi asistente administrativo sería descargar la bolsa de colostomía.

Entonces, viene lo mejor. Necesitaba a alguien amigo que presidiese, pues no puedes controlar el salón de plenos si no controlas la presidencia de debates. Así que fui con Alan Cranston, mi más cercano amigo. Le dije, "Alan, necesito ayuda". "Bueno, ¿qué necesitas, Mike?" "Tengo los Papeles del Pentágono". "Oh, ¡Dios mío, Mike! Necesitas más que ayuda. Estás en problemas", me dijo. Le dije, "Alan, no tienes que hacer nada que te comprometa. No tienes que tocar siquiera los Papeles del Pentágono. Tan sólo súbete a la presidencia de debates a las 5:00. Ahí estaremos y permanece allí mientras esté 'filibustereando'". Y ese era nuestro plan. Así que dije, "Ahora iré al doctor por la bolsa de colostomía". Él hizo lo acordado. Y desde luego, llevaba una esterilla de goma. Es muy interesante entrar en la dinámica de esto.

Así que de repente me presenté al salón de plenos del Senado. Llegué llevando penosamente las dos bolsas. Las puse junto a mi curul. Como era novato, estaba en un extremo exterior. Así que Muskie había venido a verme para alguna cuestión de un comité —estábamos en el mismo comité. Me habla. Mira las dos bolsas y me dice: Mike, ¿A poco son los Papeles del Pentágono?" Y me le quedé mirando sorprendido sin dar crédito a lo que oía. Sólo era una broma de su parte. Pero mientras lo miro dijo, "¡Dios mío!" Así que créase o no, ahí estaba. Bueno, soy una buena persona así que para lo que me proponía hacer —sabía que hablaría por un par de díasasí que le dije al personal del Senado, "Oigan, mejor llamen a su esposa, pues no creo que vayan a salir pronto de aquí".

Así que lo que hice fue presentar un llamado a quorum. Si están familiarizados con los procedimientos del Senado, con un llamado a quorum se debe detener de inmediato toda actividad —deben comenzar a pasar lista en ese momento. Y sólo había otro senador en la cámara en ese momento. Era Griffin. Los demócratas habían salido a un banquete. Los republicanos se habían ido a casa. Así que había sólo 2 senadores presentes en la cámara en ese momento. Y fue cuando hice un llamado a quorum. Griffin caminó hacia mí y me dijo "Mike, ¿qué vas a hacer?" Yo le dije, "Bueno, tú sabes, sólo prosigo mi 'filibusterismo' contra el reclutamiento obligatorio al servicio militar". Pero siempre hice eso gracias a que Mansfield había dispuesto las cosas con doble intención. Piénsalo, había 'filibustereado' durante cinco meses. Esto sólo podía ser posible debido a que Mansfield lo había hecho posible sin que se viera directamente su mano de terciopelo. Así que dije "Bueno, ¿sabes?". Él dijo, "Pero, espera, ¿qué harás esta noche?" Dije, "Bueno, la iniciativa está a punto de caducar y sólo me propongo hacer un gran espectáculo de verdad".

Él regresó a su curul y se quedó pensando. Entonces, desde luego, esperé 30 minutos para permitir que el personal notificara que se quedarían ahí una buena parte de la noche. Y, para mi sorpresa, Hice un llamado unánime para retirar el llamado a quorum. Él objetó. En el momento en que lo hizo supe que había sido arponeado. Y todo lo que podía pensar era: buen hombre, no ganes. Buen hombre, no ganes. Estaba muy enojado. Él se acercó a mí y me dijo, "Bueno, Mike, ¿qué es lo que haces?" Y comencé a insultarlo, no lo creerías. Bueno, para ese momento se dio cuenta de que algo grande estaba en marcha. Así que se dirigió al guardarropa republicano y dijo "Aléjate del Senado", y fue a decirles a los republicanos. Yo envié a mi personal a llamar a los demócratas al banquete. Bien, todo siguió así hasta las 9:30 o 10:00 sin que pudiésemos reunir el quorum. Estaba atorado.

Rothstein [el asistente administrativo] se me acerca y me dice, "Senador, estamos atorados. No hay nada que podamos hacer aquí". Lo tomé del hombro —y me dijo: "Pero nuestros abogados piensan que tienen un plan B". Así que tomamos las bolsas, y las llevamos penosamente de regreso a la oficina. Para ese momento los veteranos de Vietnam ya estaban ahí, sabían que algo realmente grave estaba en marcha, pues había un gran enjambre de periodistas a la expectativa. Así que, entré y me senté. "¿Cuál es nuestro plan?" "Bueno, senador, es interesante. No hay mucha esperanza, pero contamos con un precedente que podríamos seguir". Y ahí estaba el precedente, créase o no, se trataba del Comité del Congreso sobre Actividades Anti Americanas [comité dedicado a investigar actividades principalmente 'comunistas' durante la Guerra Fría, el comité fue denunciado por el expresidente Truman como "la cosa más anti americana del país"], para quienes sepan lo que eso significaba.

Él [Rothstein] dijo "Lo que ellos hacen es andar por el país e inmediatamente llamar a una audiencia para poder retener a alguien, sentarlo en una silla, tomarle juramento y hacerlo hablar". Dijo, "Con ese precedente lo que usted podría hacer" —y ahora imagina lo que sentí siendo un novato— "dado que usted preside un comité, un subcomité" —y desde luego, ese comité era el Comité de Edificios y Terrenos. Así que sin previo aviso, me dicen, "Lo que usted podría hacer es convocar una audiencia de este comité y así quedar aun bajo el paraguas del Senado". Así que dije, "Está bien. Hagámoslo". Pero lo que debíamos hacer es conseguir a alguien para testificar. Así que mecanografiamos la noticia de que yo, el presidente de ese comité, convocaba a una audiencia, la deslizamos bajo las puertas de los senadores que no estaban presentes, para notificarles la audiencia, con lo que se cubrían los requisitos legales. Y un grupo pacifista llama al congresista Dowd del estado de Nueva York. Él no sabía de qué se trataba. Todo lo que le dijeron al teléfono fue: "El senador Gravel necesita que venga y testifique en una audiencia muy importante". Se vistió —era una persona mayor— se vistió, vino y comenzó la reunión.

Para este momento, estábamos arriba en una de las salas para reuniones de comités del Senado, acompañados por una toda una falange de reporteros. Llegó el congresista Dowd y me senté ahí con las dos bolsas negras y mi personal administrativo. Con el congresista —y yo dí el martillazo para llamar al orden. "¿Congresista, ¿puedo ayudarlo? Ahora, entiendo que quiere testificar". Él dice, "Sí. me gustaría que hubiera un edificio federal en mi distrito". Y yo le dije, "Congresista, permítame interrumplirlo justo ahora. Sé que necesitan un edificio federal en su distrito y me encantaría asignárselos, pero tengo que decirles que nuestro gobierno está quebrado. No tenemos dinero. y déjeme decirle por qué estamos quebrados: debido a todo ese derroche de dinero en el Sudeste de Asia. Y permítame decirle cómo fue que nos metimos en el Sudeste de Asia". Y comencé a sacar los papeles, a ponerlos sobre la mesa y a leerlos.

Pero la cosa se puso mejor todavía. Leí por una hora. E insisto en que soy disléxico y que no hay manera en esta verde tierra de que lea —pero en ese momento leía. Además no olvidemos que no había dormido en tres días. Así que ahí estaba leyendo y me detuve en llanto. Era cerca de las 12:00 de la noche y yo sollozaba, no me podía controlar. He aquí lo que pasaba por mi cabeza en ese momento. Un periodista de una de las cadenas dijo: "Bueno, sucedió algo muy raro la noche anterior. Ustedes saben, Gravel estaba muy raro. Lloró." Y así otros, por lo que sollozaba —había ido cerca de un mesa antes a un paseo a Walter Reed y no pude soportarlo. No pude aguantar emocionalmente la vista de los heridos de guerra. Lo que sucede es que puedo manejar mejor los problemas macro que los micro, así que para mi sorpresa, seguí diciéndome a mí mismo, "¡Dios mío! Amo a mi país. Mi país está comprometido en actos inmorales. Estamos asesinando a seres humanos. No hay razón para ello". Y sollozaba, aun con mi dislexia, mientras leía como si nada. ¿Sabes? no podía seguir el sentido de las palabras frente a mí. Así que Rothstein se me acercó. Me dijo —en la estimación más exageradamente modesta del año—, "Senador, creo que se perdió".

Así que —mientras seguía sollozando regresa y trata de centrarme, sin éxito. Y regresa de nuevo. Dice, "Senador, ¿por qué no lo pone en el registro?" Y repuesto de inmediato dije, "Oh, sí. Tengo ese poder. Soy el presidente de este comité. Así que proseguí y pregunté si había un consenso unánime para poner automáticamente en el registro todos esos papeles que iba a leer." Y ¡Bang! Quedaron en el registro. Así es como entraron oficialmente en el registro público de los Estados unidos de América.

Y obviamente, los medios, para ese momento, estaban ya listos a reportarlo todo —así que volvía guardar los papeles. Y de regreso penosamente a mi oficina una vez más. Los medios nos seguían. "¡Queremos los papeles! ¡Queremos los papeles!" Así que hicimos un trato con ellos. "Miren, tenemos sólo una copia de los Papeles del Pentágono. Y en cuanto los vayamos copiando, se los pasaremos. Los reuniremos en una mesa y luego ustedes los copiarán y los distribuirán al mundo". Eso fue lo que hicimos toda la noche. Y esto fue lo que constituyó el punto de análisis de la decisión de la Suprema Corte, que se reunió a las 11:00 o 12:00 ese mismo día. Y lo que hicieron fue decir que no se podían poner restricciones previas sobre lo que podías publicar, pero que lo harías bajo tu riesgo. Y eso fue lo que sucedió. Quienes los publicaron asumieron los riesgos, pero no estaban preparados para asumir los riesgos que vendrían.

Recorrimos el país y es aquí donde nos reunimos con Beacon Press. Recorrimos el país sin poder encontrar editor, grande o pequeño, o a cualquiera que tocara siquiera los Papeles del Pentágono. Teníamos algunas sospechas de que tal vez la MIT Press lo hiciera, así que con mi asesor Fishman y otro abogado fueron a fueron a Boston. Quien sea que estuviese a cargo entonces —no recuerdo su nombre—, me dijeron, "Senador, tengo malas noticias para usted. MIT Press no los tocará ni con palo de 3 metros". Me sentí grandemente abatido, ya cuando pensaba la manera de regresar a Washington DC, me dijo, "Pero tengo algunas buenas noticias para usted: Beacon Press tiene los fondos y los publicará. Y el director de la editorial, Gobin Stair, y el presidente de la UUA, Bob West, están en el centro de Boston esperándolo si quiere venir y hacer el trato con ellos". Y dije, "¡Pues vamos de una vez!" Y poco después dimos una conferencia de prensa. Y así fue que anunciamos que lo haríamos.

Yo ya era unitario, desde antes de que eso sucediera, desde Alaska, pero no puedo describir lo que sentí por Beacon Press, por los unitarios y por Dan Ellsberg. Dan cita y le gusta decir que cuando entré al servicio, iba yo a ser un espía, pero como no había suficiente acción, me convertí en líder de un pelotón de infantería. Y que en el parche de mi hombro decía, "Síganme". Bueno, cuando vi a Dan y lo que había hecho, en todo lo que podía pensar era: he aquí este tipo que va ascendiendo la colina, tomando su vida en sus manos y lo menos que podía hacer es seguir a Dan Ellsberg.

AMY GOODMAN: Este fue quien entonces ya era senador por Alaska en 2007 precandidato presidencial demócrata, Mike Gravel, quien logró la inclusión de los Papeles del Pentágono en el registro público de los EUA. Al regresar el hombre que permitió que Beacon Press asumiera el riesgo de publicar los documentos utlrasecretos. Vamos ahora con Robert West, el entonces presidente de la Asociación Unitaria Universalista de Congregaciones (UUA) y responsable de Beacon Press. Mientras toda otra editorial a la que el senador Gravel se acercó se habían rehusado a publicar los Papeles del Pentágono, West estuvo de acuerdo en hacerlo, a pesar de los considerables riesgos políticos y financieros.

ROBERT WEST: Mi primera implicación con los Papeles del Pentágono fue un día de mediados del verano de 1971, en el que el director de Beacon Press, Gobin Stair, vino a mi oficina. Me contó que 35 editoriales se habían rehusado a publicarlos y solicitó mi aporbación para que Beacon Press lo hiciese. Le di mi completa aprobación ese día y emprendimos un camino que nos llevó por años y medio de intimidación gubernamental, hostigamiento y amenazas de castigos criminales.

Beacon Press publicó los Papeles del Pentágono en octubre de ese mismo año, luego de haber anunciado públicamente su intención de hacerlo en agosto. En septiembre, Gobin fue visitado por dos agentes de inteligencia del Departamento de Defensa quienes, en una reunión que Gobin me describió como intimidatoria, procuraron disuadirlo de publicar los Papeles del Pentágono. También recibió una llamada del presidente Richard Nixon, quien, luego de decirle qué tipo tan decente era Gobin, le sugirió enfáticamente que estaba seguro de que Gobin no querría meterse en problemas al publicarlos.

Una mañana a principios de noviembre, un vicepresidente de nuestro banco llamó al tesorero de la UUA para avisarnos de que los agentes del FBI habían estado trabajando en secreto en el banco por 7 días. Estaban ahí por una orden de un gran jurado federal que pidió las copias de los registros financieros de la UUA, lo que significaba de cada cheque escrito y de cada cheque depositado en cuentas de la UUA por un periodo de 4 y medio meses, lo que implicaba miles de cheques, incluyendo los de todos los individuos que habían contribuido con nuestra denominación.

El senador Gravel inició de inmediato procedimientos de queja en contra del gobierno y tuvo éxito en detener la investigación del FBI y el examen de nuestros registros bancarios por 2 meses. Pero los agentes fueron autorizados a retomar su escrutinio el 10 de enero de 1972. El día siguiente, la UUA presentó una demanda contra el FBI, el Departamento de Justicia y el gran jurado, buscando detener la investigación. Insistimos en el fundamento de la libertad religiosa y la libertad de asociación, así como la libertad de prensa. Y logramos detenerlo temporalmente.

Pero antes de que todos los elementos encontraran su curso en 1974, estuvimos en numerosas ocasiones ante las cortes federales, incluso ante la Suprema Corte. Los agentes del FBI ejecutaron órdenes del gran jurado contra Gobin Stair y contra el tesorero de la UUA que luego fueron retiradas. El Procurador General de los EUA en Boston presentó unmemorandum en la corte que indicaba la gran probabilidad de encausar penalmente a los funcionarios de Beacon Press. Y Gobin Stair recibió la orden de presentarse en el juicio de Ellsberg en California, junto conmigo.

Finalmente, se declaró nulo el juicio de Ellsberg así que no tuvimos que presentarnos finalmente al juicio en California. La corte federal de Boston nunca permitió que la investigación del FBI a nuestros registros bancarios continuara y nadie asociado con Beacon Press o con la UUA fue encausado por presuntas actividades criminales.

Lo que el gobierno nos hizo como denominación religiosa nacional no tiene precedentes en la historia de nuestra nación. El Departamento de Justicia investigó todos los asuntos financieros de nuestra denominación y amenazó a los miembros de nuestro personal debido a que uno de nuestro departamentos, Beacon Press, publicó un libro polémico, un texto que era completamente del dominio público.

La relevancia de nuestra experiencia, de hace 35 años, en relación con el secretismo y los engaños del gobierno es particularmente evidente hoy en día. Por ejemplo, 3 de las cuestiones y principios implicados en nuestras acciones ante la corte fueron el mal uso del poder del Departamento de Justicia, la invasión de la privacidad y el mal uso del secreto por parte del gobierno. Todos estos se aplican claramente a lo que sucede hoy en día.

En su opinión disidente en el caso Gravel, en 1972, el ministro de la Suprema Corte, el Juez Douglas dijo, "la historia de los Papeles del Pentágono es una crónica de la supresión de decisiones vitales para proteger las reputaciones y los pellejos políticos de hombres que operan un esquema asombrosamente exitoso de engaño al pueblo Americano". Y prosiguió diciendo que en esa decisión no tenía otra opción que considerar que es el gobierno el ilegal, no la prensa.

En 1971, el senador Gravel escribió, "Los Papeles del Pentágono muestran que henos creado una nueva cultura, protegida de la influencia de la vida Americana por el escudo del secretismo". En ese mismo año, el editor en jefe de Beacon Press, Arnold Tovell, habló de los Papeles del Pentágono para ayudar a quienes intentan desvelar exactamente cómo fue que una nación bien intencionada puede haber cometido tan colosal error en su política exterior.

Para concluir, quisiera citar estas palabras de mi reporte anual a la Asamblea General 1973 de la UUA, las mismas palabras podrían ser dichas con igual pertinencia en la Asamblea General de hoy: "Nosotros en esta denominación tenemos confianza en el proceso democrático. Queremos que se conozca nuestra determinación para resistir cada acto de intrusión gubernamental por sobre nuestras libertades constitucionales y a animar también a otros a resistir. Nosotros, como movimiento religioso, estamos calificados por nuestra naturaleza, por nuestra herencia y desde luego, por nuestra experiencia reciente, para desempeñar un papel significativo en nuestra historia para ayudar a resistir y a revertir la ominosa tendencia que afecta nuestras libertades constitucionales. Podemos y lo haremos".

AMY GOODMAN: Robert West, usted también pagó un costo personal —¿Es esto correcto?— puesto que su hermano trabajaba para el FBI en ese tiempo.

ROBERT WEST: Vaya que sí.Él tenía su carrera —una carrera de 35 años como agente del FBI, el és 10 años mayor que yo. Hubo un tiempo en el que si pasaba por el Aeropuerto Internacional de Washington, lo llamaba para saludarlo. Trabajaba fuera de la oficina de los agentes del FBI en Alexandria. Y él —una noche me dijo que apreciaría que ya no lo llamara más. Pero diré esto por él: luego de retirarse, nos hicimos amigos cercanos y el hombre era un liberal. Se dedicó a escribir cartas contra el presidente Bush y contra la guerra de Iraq en los periódicos de diferentes partes de Florida. Era una persona diferente. Esperaba con interés la publicación de mi libro [Crisis and Chang: My Years as President of the UUA, 1966-1977, Skinner House], pues el capítulo más grande es sobre los Papeles del Pentágono y me siguió preguntando al respecto en varias llamadas telefónicas. Murió una semana antes de que el libro saliera.
AMY GOODMAN: Dan Ellsberg, por qué no lo retoma desde ahí en cuanto a cómo se relaciona lo que usted hizo con la actualidad. En los años recientes, ha llamado usted a la gente, que como usted hace 35 años estaba dentro del sistema, a dar un paso al frente y a liberar el equivalente actual de los Papeles del Pentágono. ¿Piensa usted que existen —tanto los Papeles del Pentágono, como la gente dispuesta a revelarlos?

DANIEL ELLSBERG: Bueno, desde luego, los papeles existen. Los Papeles del Pentágono, o su eqivalente, existen en las cajas fuertes de Washington, por todo Washington, no sólo en el pentágono, sino en la CIA, el Departamento de Estado y en otras partes. ¿Habrá gente que se de cuenta del significado —del pleno significado de los papeles de sus cajas fuertes? Sí. Sabemos de muchas filtraciones y memorias que han salido de ahí que había gente en la Casa Blanca, la CIA y el Pentágono que se dan cuenta de que nos mintieron durante la guerra. Se dieron cuenta desde 2001.

Así que mi mensaje, Amy, los últimos dos años ha sido para los funcionarios en esas posiciones, de los que hay cientos, no sólo en 2001 y 2002, cientos ahora que podrían prevenir una guerra contra Irán que está en preparación actualmente, que ellos lo saben y saben que sería desastrosa. Podrían lograr eso con la autoridad de su posición, pero especialmente de documentos, con el riesgo —la certeza— de perder sus autorizaciones de seguridad, lo que casi con certeza —lo que significaría perder su carrera en el poder ejecutivo, muy probablemente, haciéndolos objeto de persecución, posiblemente de aprehensión, posiblemente de prisión. Y al asumir ese riesgo, tendrían una gran posibilidad de evitar una catástrofe que conduciría a las muertes de decenas o cientos de miles de personas y reducirá desastrosamente nuestra seguridad. Ellos lo saben. Así que al asumir su propio riesgo personal, como las 5 mil personas que fueron a prisión por resistirse al reclutamiento militar para ir a Vietnam y con la gente aquí que tomó riesgos para su institución y su privacidad, pues al asumir ese riesgo pudieron evitar el otro.

Así que mi mensaje para ellos es: no hagan lo que yo hice. No esperen a que la guerra haya iniciado. No esperen a que las bombas hayan caído en Irán, o antes en Iraq. No esperen hasta que la máquina de guerra sea imposible de detener. Antes de la guerra, asuman el riesgo. Revelen lo que saben que es cierto. Revelen la verdad ante las mentiras de sus propios jefes y sus superiores. Obedezcan su juramento a la Constitución, que cada uno de esos funcionarios hizo, no al comandante-en-jefe, no a los oficiales superiores, sino a la Constitución de los EUA, que ellos saben que es violada.

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