Por Margaret K. Gooding (1922-2003) [LECTURA COMPARTIDA]
Me dijeron que, cuando Jesús nació, una estrella apareció en los cielos sobre el lugar en que yacía el niño.
Cuando era yo muy joven no tuve problemas para creer cosas fantásticas; creí en la estrella.
Fue un milagro maravilloso, parte de una relato muy antiguo, que anticipaba una vida fuera de lo común.
Me dijeron que una supernova apareció en los cielos en su moribundo destello de fuego.
Cuando fui mayor y creí en la ciencia y la razón, creí en el relato de la estrella explicada.
Pero encontré que no fui capaz de renunciar a la estrella, que representaba el símbolo del nacimiento de alguien cuya vida fuera de lo común ha sido recordada largamente.
La estrella explicada se convirtió en la estrella entendida, para Jesús, para Buda, para Zoroastro.
¿Y por qué no una estrella? Alguna estrella brillante resplandece en alguna parte, en los cielos, cada vez que nace un niño.
¿Quién sabe lo que podría anticipar?
¿Quién sabe qué vida fuera de lo común podría desplegarse otra vez, si le damos la oportunidad?
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