Francisco Javier Lagunes es padre. Es capellán laico de la Iglesia Unitaria. En los últimos tres años ha asistido a seis uniones religiosas: dos entre heterosexuales, dos entre hombres y dos entre mujeres.
–¿Por qué que la Iglesia protestante se unió a la jerarquía católica en el rechazo a las parejas homosexuales?
–No hay comparación entre Martín Lutero y sus seguidores. Cien años después de su muerte, inició la versión fundamentalista de confundir el mensaje divino con el texto de la Biblia. Los protestantes hicieron una teología inexistente en la Biblia y la asentaron en la idea fundamentalista.
–¿Existe alguna parte del Evangelio o el Nuevo Testamento que condene el homosexualismo?
–El concepto sobre la homosexualidad fue acuñado en 1869 por la psiquiatría. Es un concepto con poco más de un siglo e inexistente en el Nuevo Testamento. Todo el debate bíblico se reduce a dos palabras y su complicado significado: arsenokoites y molokoi. No importa qué quiso decir el griego de la época, sino que la comunidad cristiana posterior le asignó ciertos significados ajenos al original. Las palabras refieren a los que se acuestan con hombres y a los afeminados. Pero quien traduzca de esta manera no lee la Biblia, sino que aplica su ideología.
La Iglesia Unitaria está del lado del amor y por eso celebramos con gusto las uniones de personas del mismo sexo, porque donde está el amor, está lo más sagrado.
Las parejas gays ya tienen hijos, tanto por sus relaciones heterosexuales anteriores, como por adopción o concepción individual. Estos niños ya viven en el contexto de este tipo de parejas. Pero como no hay reconocimiento legal a esta realidad, estos niños viven en una situación de discriminación, porque tienen la mitad de posibilidades de acceder a la seguridad social que tienen los hijos de las parejas heterosexuales.
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