jueves, 12 de febrero de 2009

Ama a quien esté contigo


Por la Revda. Rali Weaver, ministra en pácticas de la Primera Sociedad Unitaria Universalista de San Francisco, 15 de febrero de 2004 (Trad. Francisco Javier Lagunes Gaitán)



En este día posterior al de San Valentín espero que no les importe que nos tomemos unos minutos esta mañana para explorar algunos pensamientos sobre el amor.

Como una soltera de 38 años de edad frecuentemente me he sentido como dejada fuera de las discusiones sobre el amor y las relaciones, como si esa conversación afectara sólo a quienes viven con su pareja. ¿Será que acaso las personas solteras no podemos experimentar el amor por fuera de una relación de pareja? ¿Y qué tiene que ver el Día de San Valentín con el amor, ultimadamente?

Incluso los niños te dicen que no tiene caso vivir sin amor. ¿Pero a qué clase de amor se refieren?



Hay una canción que va más o menos así: "No eres nadie hasta que alguien te ame. No eres nadie hasta que le importes a alguien. Podrás ser un rey. Podrás poseer al mundo y todo el oro en él, pero el oro no te traerá felicidad al envejecer..."

Bien, aquí estoy para decirles que canciones como esa son mentirazas garrafales. Lo que nos llevan a creer las palabras en esa y en otras muchas canciones es que por nosotros mismos no seríamos gran cosa. De hecho, prosigue informándonos que, no importa cuánto dinero o poder tengamos, o cuán bellos seamos, a menos que alguien nos amara no seríamos nada. Esto simplemente no es verdad. La películas, la televisión y la música suelen definir lo que pensamos que es el 'Amor'. Y a través de los ojos de una cámara el Amor es frecuentemente confundido con la belleza física. Así que al mirar la gran pantalla te quedas con la impresión de que para enamorarte debes ser bello, heterosexual y joven. Sin mencionar que las imágenes del amor sentimental, generoso y soñador, así como de la sexualidad, frecuentemente aparecen en combinación con imágenes de violencia. ¿Acaso resulta sorprendente entonces que muchos nos sintamos por lo menos confundidos sobre el concepto de qué es el amor?



Yo no le digo, 'te amo', a cualquiera, pues a veces temo que pueda malentenderse como una forma de proposición sexual. Cuando digo, 'te amo', a veces temo que pueda sonar demasiado desesperado o exigente, o que tuviera que ser permanente, sin un final, perdurable por siempre.

Con el objeto de tener un mejor entendimiento de la realidad de las relaciones y para sentirme mejor sobre mi soltería perpetua, frecuentemente entrevisto a parejas y les pregunto cómo se conocieron y cuánto tiempo llevan juntos. Les hago toda clase de preguntas de sondeo sobre cómo es estar en una relación. Y si llevan ya más de 10 años, siempre termino la conversación con esta pregunta, '¿Ha sido fácil?' Para mi gran satisfacción, la respuesta suele ser: "No".

Provengo de la escuela de pensamiento que postula que "una mujer necesita a un hombre, tanto como un pez necesita una bicicleta". Reunir evidencia de la gran dificultad que traen consigo las relaciones de pareja me ayuda en mis momentos de soledad al imaginar que al ser soltera no me perdería de nada realmente. Recientemente, un amigo mío, al escuchar mi entrevista con una pareja me puso una prueba de realidad y me dijo, "Rali, tampoco es fácil ser soltera". Instintivamente supe que lo que decía es verdad. Ser humanos, estar vivos y estar en una relación, cualquiera que sea la forma de esta relación, es duro.



En el libro de Harold Kushner, When All You Ever Wanted Isn’t Enough (Cuando nada te basta, Emecé/Planeta), habla del cinismo de nuestra cultura que deja a los jóvenes temerosos de amar. Dice (y lo cito) "Temo que podamos estar criando una generación de gente joven que crecerá temerosa de amar, temerosa de entregarse completamente a otra persona, puesto que habrán visto lo mucho que duele tomar el riesgo de amar, sin haberlo resuelto. Temo que han de crecer en la búsqueda de una intimidad sin riesgo, sólo por placer sin una implicación emocional significativa. Tendrán tanto miedo al dolor de decepcionarse que dejarán pasar las posibilidades de amor y alegría".

Y quién no ha sido testigo, o no ha experimentado, cuán doloroso puede ser el amor cuando las cosas salen mal. Está la creciente tasa de divorcios, la gran cantidad de casos de abuso marital o infantil, que en ocasiones traen consigo la muerte y todo esto tiene lugar en los matrimonios legalmente reconocidos por el estado. Me siento al menos confundida cuando oigo a George W. Bush hablar sobre la protección de la santidad del matrimonio. ¿Qué es realmente lo que trata de proteger? Y parece apropiado dar este debate sobre el matrimonio el Día de San Valentín.

Hubo tres santos diferentes llamados Valentín o Valentino, todos ellos fueron martirizados. Desconocemos muchos de los detalles de las vidas de estos santos valentinos, sabemos que en el siglo III el emperador romano Claudio II decidió que los hombres solteros serían mejores soldados que aquellos con esposas o familias, así que prohibió el matrimonio para los jóvenes. Un relato nos cuenta que Valentín, al percatarse de la injusticia del decreto continuó realizando matrimonios, hasta que fue muerto en algún momento de mediados de febrero del año 270 EC.

Por suerte para el alcalde de San Francisco, Gavin Newsom, no vivimos en una época en que se ejecute a quienes se oponen a los edictos gubernamentales.

La leyenda nos relata que Valentín en realidad envió la primera tarjeta del Día del Amor, pues ya estando en la prisión se enamoró de una joven, y seguramente iría firmada, 'Tu Valentín'. Es una bonita historia, pero pienso que su conmemoración parece haber perdido el sentido original. El asunto del Día de San Valentín no es celebrar una nota, y ni siquiera el amor o la ceremonia nupcial. Fue el acto de resisitir la injusticia. Y es lo mismo para nosotros.



El amor no es la tarjeta o el regalo que diste o recibiste el día de San Valentín. El amor no es que el novio o la novia se siente a tu lado. El amor no es una persona, un lugar o una cosa. El amor no es un substantivo. El amor es la acción y el sentimiento que existe en nuestros corazones.

El amor es un verbo.

Aquí, en esta iglesia abierta y afirmadora de la diversidad, usualmente recordamos incluir a todas las formas de parejas en nuestra discusión del día de San Valentín, pero a veces olvidamos hablar sobre la soltería y el amor hacia uno mismo como parte del mismo relato. Recordar que el amor es un verbo podría sernos de ayuda. Si construimos una definición del amor que incluya a las parejas del mismo sexo y de sexo diferente [calificar de 'opuestos' a los sexos sería más una etiqueta de valoración ideológica que una descripción objetiva. FJLG], así como a la gente soltera, tendríamos que cuestionarnos: ¿hay realmente experiencias compartidas? Pienso que si ampliamos su alcance, para incluir a todos en la discusión, de alguna manera esto nos facilitaría acceder a una perspectiva sobre las cuestiones esenciales del amor, que son usualmente obscurecidas por la retórica y las emociones. Estoy bastante segura de que el matrimonio no es la respuesta a los problemas de nuestro mundo, sino que es el Amor a lo que estamos llamados. Pienso que el amor es aquello para lo que nacimos. No pienso que el amor sea accesible en exclusiva a la gente bella, ni a las parejas (del mismo o diferente sexo), sino que el amor es la forma en que nos comportamos, en su aspecto de acción. Así que hay mucho de éste para todas y todos.

Por supuesto que eres alguien, incluso en el caso de que nadie te amara. Pero también te pierdes de mucho si no tienes ninguna clase de amor. En este mundo hay toda clase de gente, toda clase de cosas y toda clase de amores. Y el más importante de los amores es el amor por uno mismo. Del amor por uno mismo provienen todas las otras clases de amor. Sin amor por uno mismo sólo puede haber toda clase de decepciones. Puede que este sentimiento no produzca una buena letra para una canción, pero pienso que tiene mucho sentido.



Amarnos a nosotros mismos no es vanidad, ni soberbia. Más bien, amarnos a nosotros mismos nos ayuda a vencer la decepción, amarnos a nosotros mismos nos ayuda a perdonar nuestras propias imperfecciones y a darnos cuenta de que todos somos perfectamente imperfectos tal como somos.

Solía tener una vieja regla que tenía impresa la 'regla dorada' sobre ella: Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes. Cuando enseñaba a niños con problemas de conducta, amaba dejar que mis estudiantes la usaran. Quizás esperaba que algo de las buenas intenciones de la regla se impregnara mientras trazaban líneas y medían. Un día oí por casualidad platicar a 3 de mis estudiantes. El que tenía la regla dijo, “¿Qué crees que esto signifique, bien a bien? ¿Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes?” Uno de mis más ruidosos estudiantes dijo. “Bueno, significa que si le pegas a alguien, también te responderá”. Casi salto hacia ellos, pero fue en ese momento que mi estudiante más tímido habló. Dijo, “No, pienso que significa que sólo puedes hacer por los demás lo que haces por ti mismo, como si no te cuidas ni a ti mismo, no podrías realmente cuidar de nadie más”.

En ese momento pensé que ninguna de estas respuestas explicaba bien el sentido de la regla dorada. Creí que eso de, Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes significaba que debía tratar a la demás gente como yo quería ser tratada. Esta era la razón por la que siempre les prestaba la regla a mis estudiantes. Quería que supieran que si querían ser mejor tratados, ellos deberían comportarse mejor.

Y aunque hoy pienso que esto es parte del significado de la regla dorada, pienso que la respuesta de mi segundo estudiante era todavía más precisa que la mía propia.

Sólo podemos dar a otros lo que de hecho nos damos a nosotros mismos.



Como seres humanos todos estamos invitados a participar en el amor radical que nos exige salir fuera de nosotros mismos y amar a otros con el objeto de que podamos, primero y ante todo, amarnos a nosotros mismos. No puedo promover "la valía y dignidad inherente a cada persona" si sólo ando por ahí azotándome por mis imperfecciones.

No puedo promover la “justicia y la igualdad en las relaciones humanas” si no promuevo mis propias necesidades y me trato a mí misma con igualdad. Pienso que lo que me atemoriza sobre el resto del pasaje de la Escrituras Cristianas del que viene la regla dorada es la llamada al amor radical.

"Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas” (Mateo 7:12), “No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado” (Mateo 5.39-42).

Eso es lo que llamo amor radical. Amar sin las recompensas del amor recíproco. Y para lograrlo, primero y ante todo, debemos darlo nosotros mismos.

Debo amar las cosas que odio de mí misma. Debo bendecir las cosas que maldigo de mí misma. Debo orar por las cosas que hago para abusar de mí misma. Cuando cometo un error debo volver a levantarme e intentarlo de nuevo. Debo entregarme a mí misma cuando lo necesito y, cuando hago algo erróneo, lo que tarde o temprano haré, no debo volver a recordármelo una y otra vez. Para hacer algo por los demás, primero debo hacerlo por mí misma.

Si todavía no lo han hecho, los animo a iniciar hoy la jornada hacia el amor por uno mismo. Si no saben por dónde empezar, les ofrezco una sugerencia. Comiencen por hacer una lista de las cosas que aman. Por ejemplo, amo el helado y los días soleados, y la nieve y el himno “My Life Goes On In Endless Song” [Mi vida prosigue en una canción sin fin, un himno tradicional de origen Shaker]. Y, más que nada, los amo a todos ustedes. Junta en tu corazón las cosas que amas y aférrate a ellas.

No soy poeta y no sé escribir canciones de jazz, pero está esta canción que va así: “Tengo al mundo de un hilo, sentado en un arco iris, la cuerda alrededor de mi dedo, vaya mundo, vaya vida, estoy enamorado...” Ahora que esta canción es una gran verdad. ¡Cuando las paredes están seguras como para bajarse y el corazón está completamente abierto y uno está enamorado, el mundo se siente grandioso!

Nunca estoy del todo segura sobre cómo equilibrar este sentimiento de gran amor con la realidad de este mundo, pero no quiero perder la verdad de ninguna de ambas partes. Amarnos a nosotros mismos con todo nuestro corazón y abrir plenamente nuestro corazones para amar a otros es la danza de la vida. Espero que esta danza algún día nos traiga a un lugar en el que celebremos el amor en todas sus variedades y lo midamos sólo por sus cualidades de respeto mutuo y cuidado.

Y mientras tanto, que nos recordemos mutuamente siempre nuestra capacidad de amar.

¡Feliz Día de San Valentín!















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