Oración:
Espío a un intrépido brote verde que se abre paso, tierno, desde una grieta inhóspita del pavimento.Cosita tonta –tan expuesta a que la aplaste una pisada, a secarse por falta de nutrimentos.
Pero ahí está. Y en ella, la energía y el espíritu de la vida que empujan hacia adelante –en medio de las peores circunstancias.
Valerosa cosita –este no podría haber sido el plan, ni tuyo, ni de tu hacedor.
Aunque persistas –en traer vida donde no se esperaba ninguna, buscada o merecida.
Espíritu de la vida, concédenos el coraje de la hierba.
Que sintamos la energía que fluye por toda la creación en nuestro propios corazones.
A veces encontramos alegrías por nosotros mismos, o por aquellos cercanos a nosotros:
que la belleza y el gozo del mundo nos abran a esa fuente energética.
También sabemos que se presentarán tiempos difíciles:
Y que cuando penemos o nos dolamos de que la crueldad toque nuestras vidas
que podamos apoyarnos en los cambios de la vida y alcancemos una mayor compasión
Al ofrecer o buscar un hombro fuerte para apoyarnos.
Fuente de todo amor y luz,
Que no desesperemos cuando nos encontremos atorados en el pavimento,
Pero que nos abramos paso –con la energía compartida fluyendo por nosotros.
Amén.
Lectura 2 – La corriente vital, del libro Gitanjali
Por Rabindranath Tagore (1861-1941)
La misma corriente de vida que corre por mis venas noche y día,
corre por el mundo y baila cadenciosa.
Es la misma vida que se dispara en el gozo,
en el polvo de la tierra y en las innumerables hojas de hierba
y rompe en tumultuosas olas de hojas y flores.
Es la misma vida que se agita
en la cuna oceánica del nacimiento y la muerte, en flujo y reflujo.
Siento que mis piernas son glorificadas por el toque de este mundo de la vida
y que mi orgullo proviene del latido vital de las eras que danzan en mi sangre justo ahora.
Enlace al video "Where The Hell is Matt?" en Vimeo:
Sermón:
"...aquel día fueron rotas todas las fuentes del grande abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas; Y hubo lluvia sobre la tierra cuarenta días y cuarenta noches." (Génesis 7.11-12)
Las lluvias, aquí en el Reino Unido, han caído casi continuamente por 40 días y hemos visto elevarse las aguas.
Vimos a unas 10,000 personas que se han visto obligadas a dejar sus hogares. Y vimos a muchas más sin electricidad, ni agua potable en sus casas.
Venturosamente, sólo se sabe que hayan muerto 8 personas como resultado de las inundaciones, y por gracia nuevamente, la mayoría de los hogares que fueron dañados o destruidos estaban asegurados, por lo que luego de las inundaciones la mayoría de la gente será capaz de reconstruir sus hogares y sus vidas.
Uno de los aspectos más esperanzadores e inspiradores de lo que ha surgido de esta crisis en la Gran Bretaña es la forma en que ha derribado las barreras que el individualismo ha erigido entre las personas. Los vecinos que no se conocían entre sí antes, ahora se han encontrado ayudándose los unos a los otros, al compartir los alimentos y tal vez incluso al compartir la casa. De muchas maneras, en las crisis emerge lo mejor de nosotros debido a que obliga a relajar la noción aisladora de que seríamos completamente independientes. Acontecimientos semejantes nos ofrecen una probadita de la interdependencia que –aunque tiendan a ser fugaces de cara a las grandes presiones sociales–, resulta que nos gusta grandemente.
¡En muchas mitologías antiguas, abundan los relatos de diluvios e inundaciones! Relatos semejantes se encuentran casi en cada cultura del planeta. Estos relatos probablemente reflejan alguna experiencia vivida. Desde luego, la mayoría de nosotros no esperaría que estos relatos fueran un recuento histórico preciso de los acontecimientos, pero para nuestros ancestros que vivieron cerca de lagos, ríos y corrientes, esa cercanía les brindó la oportunidad de regar sus cultivos, viajar y obtener suministros adicionales de alimentos ricos en proteínas. Y estos cuerpos de agua vivientes ciertamente se desbordan de tiempo en tiempo. No sorprende que semejantes acontecimientos llegaran de alguna manera a sus mitologías.
Pero hay en estos relatos que sólo su raíz en acontecimientos ancestrales. Hay algo que nos vincula con y nos toca profundamente sobre el agua. Evolucionamos a partir de criaturas que vivían en el agua y dejamos el océano primordial hace cientos de millones de años. Nuestros cuerpos todavía reflejan nuestro antiguo hogar oceánico –más de la mitad de nuestro peso corporal es agua y la salinidad de las células de nuestros cuerpos coincide con la de los mares antiguos. Somos de agua y el agua es de nosotros, por ello resulta particularmente duro que que el agua dadora de vida, benevolente y necesaria se levante de su curso usual y se vuelva contra nosotros.
Ya no es más el agua límpida y controlada que conocíamos. Se ha convertido en una bestia espumosa y marrón que se mueve lenta, pero inexorablemente hacia arriba, fuera de sus límites y hacia nosotros. El agua sigue su movimiento ascendente, con lo que borra las rutinas de nuestras vidas que nos tranquilizan y nos dan regularidad. Incluso sin estar sumergidos, nos encontramos a la deriva en tanto que mucho de lo que dábamos por seguro desaparece –la electricidad, el transporte, el agua potable, el alumbrado, la refrigeración, las escuelas, el trabajo… Al continuar su avance, las aguas comienzan a amenazar nuestras posesiones, a llevarse los muebles, las alfombras, los pisos, los juguetes e incluso nuestros hogares.
Aunque la mayoría sobrevivirá a las inundaciones actuales, muchas vidas –vínculos y rutinas que sostienen a la gente y a las familias– habrán sido arrasadas. A los sobrevivientes les quedará –luego de la inundación– la labor de recoger los pedazos y rehacerse una vida.
El Buda Gautama (560AEC-480AEC) nos pregunta cómo hemos de tratarnos los unos a los otros en medio de una devastación invisible, con estas palabras: "¿Cuál sería el comportamiento apropiado para un hombre o una mujer en medio de este mundo, en el que cada persona se aferra a su pedazo de escombros? ¿Cuál es el saludo apropiado entre personas mientras pasan las unas frente a las otras en esta inundación?" Si somos capaces de darnos cuenta de que todos somos víctimas de un diluvio, nuestra compasión y cuidado mutuo se incrementa y podemos comenzar a responder la pregunta del Buda.
En el libro del Génesis, Dios crea el diluvio debido a la maldad y violencia del género humano. En la actualidad, la mayoría de nosotros encontrará probablemente increíble, o al menos difícil de digerir, que un Dios amoroso destruyese tan brutalmente la vida debido a las imperfecciones de sus propias criaturas. Entendemos ese relato como metafórico. Sin embargo, al acontecernos cosas malas, lo que suele ser bastante frecuente, nos preguntamos si no habrá sido, de hecho, por nuestra culpa.
Podría ser que pensaras esto en términos de castigo divino por el pecado –algún pecado por el que te hayas juzgado, declarado convicto y castigado a ti mismo. Si no crees en el castigo divino, podrías encontrar una justificación mucho más mundana para culparte –por estar en un lugar particular en un momento particular, por vestir determinada ropa –en otras palabras, tan sólo por ser un humano. No creo en la retribución divina. Creo que todos podríamos aceptar como válidas estas palabras simples de un autor desconocido:
A veces llueve sobre el justo. Eso creo.
A veces llueve sobre el injusto. Creo eso, también.
Pero también creo que a veces tan sólo llueve.
Ni Dios, ni la justicia, ni la creencia tienen nada que ver con eso.
Es completamente cierto y seguro que les suceden cosas malas a las personas buenas. Bien –gente buena– aquí estamos. Las aguas crecidas se arremolinan y baten a nuestro alrededor en los momentos más inesperados –justo cuando finalmente estamos en el empleo apropiado, justo cuando finalmente logramos estar con esa persona tan especial, justo cuando encontramos a esa persona,justo cuando sentíamos que por fin podríamos relajarnos el río se sale de su cauce y barre nuestras vidas.
James Baldwin (1924-1987), un novelista estadunidense negro del siglo XX conocía bien la crecida de las aguas. Nunca conoció a su padre y sufrió el maltrato de un padrastro. Vivió una época descarnadamente racista, en medio de una opresión fiera e inexcusable. Vio a las aguas retirarse y a la esperanza brotar y luego vio a las aguas turbias volver a crecer con el asesinato de 3 de sus amigos personales –los grandes líderes negros Medgar Evers (1925.1963), Malcolm X (1926-1965) y Martin Luther King Jr. (1929-1968)) Baldwin conoció las aguas crecidas y a propósito de eso dijo:
"Sé que frecuentemente perdemos [...] Pienso que sé cuántas veces uno ha de empezar de nuevo y cuán frecuentemente uno siente que no podrá volver a empezar. Y con todo, con el dolor por la muerte, uno no puede nunca permanecer donde está ... Es un legado poderoso, es el legado humano y eso es todo en lo que hay que confiar ...Por ello uno debe decir SÍ a la vida y abrazarla dondequiera que se encuentre –y se encuentra en lugares terribles; sin embargo, ahí está […]"
Debemos decir SÍ. Debemos esperar a que las aguas retrocedan y debemos reorganizar nuestras vidas lo mejor que podamos. Puede ser atrozmente difícil encontrar la fuerza –recoger nuestros pedazos del suelo de la desesperación y decir SÍ al dolor, SÍ al placer, SÍ a la decepción y SÍ a la oportunidad.
Esta fortaleza puede estar ahí para cada uno de nosotros. Camus (1913-1960) dijo: "En la profundidad del invierno, finalmente aprendí que dentro de mí había un verano invencible". En cada uno de nosotros puede encontrarse la fortaleza.
El poema de Mary Oliver (1935-), Los gansos salvajes, ha sido una inspiración para mí. En una parte del poema escribe:
Cuéntame de la desesperanza, la tuya, y te contaré de la mía.
Mientras tanto el mundo sigue girando.
Mientras tanto el sol y los guijarros limpios de la lluvia
corren a través de los paisajes,
por las llanuras y los árboles profundos,
las montañas y los ríos.
Mientras tanto los gansos salvajes, en lo alto del aire limpio y azul,
se dirigen de nuevo hacia casa.
Quienquiera que seas, sin importar cuán solitario,
el mundo mismo se ofrece a tu imaginación,
te llama como los gansos salvajes, ásperos y emocionantes
—una y otra vez anuncia tu lugar
en la familia de las cosas.
Una y otra vez anuncia tu lugar en la familia de las cosas. Tu lugar. Tu lugar. Cada uno de nosotros pertenece. Somos parte de la familia de las cosas. No estamos solos. No estás solo.
En una tira cómica de Peanuts [conocida en español como Rabanitos o Charlie Brown y Snoopy] –la entretenida y auténtica fuente de sabiduría creada por Charles M. Schulz (1922-2000)– Charlie Brown dijo esto a su perro Snoopy: "¿Estás disgustado amiguito? ¿No has podido dormir por la preocupación? Bueno, no te preocupes... Aquí estoy. Las aguas de la inundación se retirarán, la hambruna terminará, el sol brillará mañana y siempre estaré aquí para cuidarte."
¿Acaso no es eso lo que todos necesitamos saber? No estaremos solos. No tenemos que estar solos.
Puede que te sientas solo ahora.
Puede que sientas que siempre estarás solo.
Pero, estamos vinculados, aunque puede que no hayamos encontrado la manera, o el coraje requerido para alcanzar esa conexión, no estamos solos. Como lo dice Tagore en nuestra segunda lectura de hoy, "La misma corriente de vida que corre por mis venas noche y día, corre por el mundo...", "Es la misma vida que se dispara en el gozo, en el polvo de la tierra y en las innumerables hojas de hierba y rompe en tumultuosas olas de hojas y flores". Es la misma vida, la misma corriente que nos vincula a todos.
Esta es una comunidad de gente con teologías muy diversas, así que puede que encontremos lo que buscamos para describir nuestra vinculación de muchas formas. Puede que encontremos la vinculación en una relación con Dios, Alá, Adonaí, la Diosa o Jesús. Puede que sepamos que no estamos solos debido a la vinculación a la fuerza del amor, o al espíritu de la vida, que nos rodea. Puede que sepamos que no estamos solos debido a la meditación budista o hindú, así como a las enseñanzas que nos han revelado una mayor unidad que la que podemos ver con nuestros ojos. Puede que sepamos que no estamos solos porque hay seres humanos –gente como la que se sienta junto a ti esta mañana– a los que les importa lo que te suceda.
Puedes descubrir y vincularte con este consuelo en oración o meditación, con la contemplación del cielo estrellado, el arte, la música, en la experiencia de la naturaleza o, como hago yo, a través de la presencia sagrada que veo en los rostros y corazones de los seres humanos ordinarios y comunes. Como sea que lo entiendas y cualquiera que sea tu acercamiento a esta vinculación, no estás solo. Estamos vinculados por la continuidad sagrada de la vida, así como por su alegría y energía.
Señaladamente, la crisis misma –si reconocemos que no estamos solos en nuestro sufrimiento– puede conducirnos a una mayor vinculación –al aliviar nuestra soledad. De repente, podemos sabernos "los saludos apropiados entre personas mientras pasan las unas frente a las otras en esta inundación". ¿Cómo puedo ayudarte? Me importa lo que te suceda.
Cerremos con la lectura de un poema del mayor lírico persa, el autor sufi del siglo XIII, Hāfez (Khwāja Šamsu d-Dīn Muḥammad Hāfez-e Šīrāzī, 1315-1390). Cada línea concluye con la frase: "no desesperes, sigue caminando" y les pido que digan conmigo esta frase.
No desesperes...
Los corazones dolientes se curan con el tiempo, las esperanzas desvanecidas reaparecen,
la mente disipada será pacificada, no desesperes, sigue caminando.
Con el avance de la primavera de la vida los pastos nuevamente verdes,
las rosas coronan la dulce canción del ruiseñor, no desesperes, sigue caminando.
Si el mundo no condesciende con tus antojos estos pocos días,
los ciclos cósmicos preparan el cambio, no desesperes, sigue caminando.
Oh corazón, cuando la gran inundación arranca la vida desde sus raíces,
El capitán Noé espera para conducirte a la orilla, no desesperes, sigue caminando.
Aunque los oasis oculten peligros y tu destino esté lejano,
no hay camino que siga por siempre, no desesperes, sigue caminando
Mis pruebas y enemigos me enfrentan por sí mismos,
pero mi resolución siempre se respalda en el misterio, no desesperes, sigue caminando.
[…] debilitado por la pobreza, solo en el desierto,
esta noche constituye tu camino hacia la luz, no desesperes, sigue caminando.
Que así sea con ustedes.
Palabras de Cierre (Extinción del Cáliz):
Regresar a lo más humano,
nada menos habrá de nutrir al espíritu desgarrado,
al corazón confundido,
a la mente iracunda:
y de la coerción final,
perforados por el hálito angustiado,
hablar de amor.
Regresar, regresar a las profundas fuentes,
nada menos habrá de enseñar a las manos rígidas una nueva forma de servir,
a labrar dentro de nuestras vidas las formas de la ternura
y a preservar, sin embargo, ese antiguo dolor necesario.
Regresar a lo más humano,
nada menos habrá de enseñar al espíritu iracundo,
al corazón confundido;
a la mente desgarrada,
a aceptar la totalidad de su coacción,
y perforados de angustia…
finalmente, a actuar por amor.
~ May Sarton (1912-1995) ~
No hay comentarios:
Publicar un comentario