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El Gran Cambio: del Imperio a la Comunidad de la Tierra
Por David Korten
¿Por cuál nombre conocerán las futuras generaciones a nuestro tiempo?
¿Hablarán con enojo y frustración del tiempo del Gran Desenredo, cuando el consumo despilfarrador excedió la capacidad de la tierra para sustentarnos y llevó a una rápida ola de colapsos ambientales, a una violenta competencia por lo que quedara de los recursos del planeta, y a una disminución dramática de la población humana? ¿O mirarán hacia atrás en gozosa celebración al tiempo del Gran Cambio cuando sus ancestros abrazaron el potencial de Orden Superior de sus naturalezas humanas, transformaron la crisis en oportunidad y aprendieron a vivir en una sociedad creativa el uno con el otro, y con la misma Tierra?
Una elección definitiva
Enfrentamos una elección definitiva entre dos modelos contrastantes de cómo organizar los asuntos humanos. Utilicemos los nombres genéricos de Imperio y Comunidad de la Tierra. Si no existe una comprensión de la Historia y las consecuencias de esta elección, podríamos derrochar tiempo y recursos valiosos en esfuerzos para preservar o remendar culturas e instituciones que no pueden ser arregladas y que, en cambio, deben ser reemplazadas.
El Imperio se organiza por medio de la dominación en todos sus niveles, desde las relaciones existentes entre las Naciones hasta aquellas que se nutren entre los miembros de una familia. El Imperio trae fortuna a unos pocos, condena a la mayoría a la miseria y a la servidumbre, suprime el potencial creativo de todos, y se apropia de gran parte de la riqueza de las sociedades humanas para mantener las instituciones de dominación.
La Comunidad de la Tierra por contraste se organiza por asociaciones, libera el potencial humano para la cooperación creativa, y comparte recursos y excedentes para el bienestar de todos. La evidencia que apoya las posibilidades de la Comunidad de la Tierra proviene de los hallazgos de la física cuántica, la biología evolutiva, la psicología del desarrollo, la antropología, la arqueología, y el misticismo religioso. Éste era el modo humano antes del Imperio; debemos hacer una elección para reaprender cómo vivir bajo sus principios.
Los acontecimientos característicos de nuestra época nos están diciendo que el Imperio ha alcanzado los límites de la explotación que la gente y la Tierra pueden sostener. Una tormenta perfecta en ascenso proveniente de la convergencia del pico de petróleo, el cambio climático, y una economía estadounidense desequilibrada dependiente de deudas que nunca podrá re-pagar, está a punto de traer una reestructuración dramática de cada aspecto de la vida moderna. Tenemos el poder para elegir, sin embargo, si queremos que las consecuencias signifiquen una crisis terminal o una oportunidad épica. El Gran Cambio no es una profecía. Es una posibilidad.
Una vuelta a la vida
De acuerdo a la historiadora cultural Riane Eisler, los primeros humanos evolucionaron dentro de un marco cultural e institucional propio de la Comunidad de la Tierra. Se organizaban para satisfacer sus necesidades cooperando con la vida más que dominándola. Luego, cerca de 5.000 años atrás, comenzando en la Mesopotamia, nuestros ancestros realizaron un trágico giro de la Comunidad de la Tierra al Imperio. Se alejaron del respeto por el poder generativo de la vida, representado por los dioses femeninos o espíritus de la naturaleza, a una veneración de la jerarquía y el poder de la espada, representados por dioses distantes, usualmente masculinos. La sabiduría de los ancianos y las sacerdotisas dio lugar al gobierno arbitrario, y a menudo brutal, del rey.
Pagando el precio
Los pueblos de las sociedades humanas dominantes perdieron su sentido de conexión con la Tierra viviente, y las sociedades se dividieron entre gobernantes y gobernados, explotadores y explotados. La brutal competencia por el poder creó una dinámica implacable de jugar o morir, de gobernar o ser gobernado, de violencia y opresión, y sirvió para elevar al más brutal a las posiciones más altas de poder. Desde este aciago giro la mayor porción de los recursos disponibles para las sociedades humanas ha sido desviado desde la satisfacción de las necesidades de la vida al sustento de fuerzas militares, prisiones, palacios y templos, y al auspicio de los sirvientes y propagandistas sobre los cuales el sistema de dominación a su vez depende. Las grandes civilizaciones construidas por la ambición de los gobernantes colapsaron bajo sucesivas olas de corrupción y conquista.
La forma institucional primaria del Imperio se ha transformado desde la ciudad-estado a la nación-estado a la corporación global, pero el patrón subyacente de dominación permanece. Es axiomático: para que unos pocos estén en la cima, muchos deben estar en el fondo. El poderoso controla e institucionaliza los procesos por los cuales se decide quiénes disfrutan los privilegios y quiénes pagan el precio, una opción que normalmente lleva a la arbitraria exclusión del poder de grupos enteros de personas, basados en motivos de raza o género.
Verdades inquietantes
En este punto yace un entendimiento crucial. Si buscamos las fuentes de las patologías sociales, cada día más evidentes en nuestra cultura, hayamos que todas ellas poseen un origen común en las relaciones de dominación del Imperio que han sobrevivido en su mayor parte intactas a pesar de las reformas democráticas de los últimos dos siglos. El sexismo, el racismo, la injusticia económica, la violencia y la destrucción ambiental que han plagado a las sociedades humanas durante 5.000 años y que ahora nos han llevado al borde de una crisis potencialmente terminal, todo esto surge de una fuente en común. Liberarnos de estas patologías depende de una solución en común: reemplazar las culturas e instituciones de dominación subyacentes del Imperio con las culturas e instituciones cooperativas de la Comunidad de la Tierra. Desgraciadamente, no podemos esperar que los detentores del poder nos guíen por este camino.
Más allá de la negación
La historia muestra que a medida que el Imperio se desmorona las elites gobernantes se vuelven incluso más corruptas y más brutales para asegurar su propio poder; una dinámica que se está llevando a cabo ahora en los Estados Unidos. Los norteamericanos basamos nuestra identidad en gran parte en el mito de que nuestra nación siempre ha personificado los más altos principios de la democracia, y que se encuentra consagrada a la expansión de la paz y la justicia por todo el mundo.
Pero siempre ha habido tensión entre los altos ideales de Estados Unidos y su realidad como una versión modernizada del Imperio. La libertad prometida por la Carta de Derechos contrasta directamente con la santificación de la esclavitud, escrita en otro lugar de los artículos originales de la Constitución. La protección de la propiedad, una idea central para el sueño norteamericano, está en contradicción frente al hecho de que nuestra nación fue construida sobre una tierra tomada por la fuerza de los nativos americanos. Aunque consideramos al voto como el sello de nuestra democracia, llevó cerca de 200 años para que este derecho se extendiera a todas las ciudadanas y ciudadanos.
Los norteamericanos acostumbrados a los ideales de los Estados Unidos encuentran difícil de comprender lo que nuestros gobernantes están haciendo, la mayor parte de los cuales entran en conflicto con las nociones de igualitarismo, justicia, y democracia. Dentro del marco de la realidad histórica, está perfectamente claro: están llevando a cabo la jugada final del Imperio, buscando consolidar el poder a través de políticas cada vez más anti-autoritarias y anti-democráticas.
Las opciones sabias necesariamente se apoyan sobre un fundamento de verdad. El Gran Cambio depende de que despertemos a ciertas verdades profundas, negadas durante largo tiempo.
El Cambio Cultural El Gran Cambio comienza con un despertar cultural y espiritual; un giro de los valores culturales desde el dinero y los excesos materiales hacia la vida y la satisfacción espiritual, desde una creencia en nuestras limitaciones a una creencia en nuestras posibilidades, y desde el temor por nuestras diferencias al regocijo por nuestra diversidad. Necesita re-encuadrar las historias culturales por las cuales definimos nuestra naturaleza humana, propósitos y posibilidades. El desplazamiento de valores del cambio cultural nos lleva a redefinir la riqueza; a medirla por la salud de nuestras familias, comunidades y medioambiente. Nos lleva desde las políticas que elevan a aquellos en la cima, a políticas que elevan a aquellos en el fondo, desde la acumulación a la solidaridad, de la propiedad concentrada a la propiedad distribuida, y de los derechos de propiedad a las responsabilidades de la gestión sustentable. El cambio económico crea las condiciones necesarias para un giro desde una democracia del tipo un dólar-un voto, a una democracia del tipo una persona-un voto, desde una ciudadanía pasiva a una activa, desde la competencia por la ventaja individual a la cooperación para la ventaja mutua, desde la justicia retributiva a la justicia restaurativa, y desde el orden social por coerción al orden social por mutua responsabilidad. |
Un despertar global
Los que creen en el Imperio mantienen que las imperfecciones inherentes de nuestra naturaleza humana nos llevan a una propensión natural a la codicia, la violencia, y al deseo de poder. El orden social y el progreso material dependen, por lo tanto, en la imposición del gobierno de la elite y la disciplina del mercado para canalizar estas tendencias oscuras hacia fines positivos. Los psicólogos que estudian los caminos del desarrollo de la conciencia individual observan una realidad más compleja. Tal como crecemos en nuestra capacidad y potencial físico, dados una nutrición física apropiada y ejercicio, también crecemos en nuestras capacidades y en el potencial de nuestra conciencia dados el ejercicio y una nutrición social y emocional apropiadas.
A lo largo de la vida, aquellos que disfrutan el soporte emocional requerido transcurren un camino desde la conciencia narcisista, mágica y no diferenciada del recién nacido, a la conciencia completamente madura, inclusiva, espiritual y multidimensional del sabio anciano. Los órdenes de conciencia más bajos, más narcisistas, son perfectamente normales para los niños jóvenes, pero se vuelven sociópatas en los adultos y son fácilmente alentados y manipulados por propagandistas y demagogos. Los órdenes elevados de la conciencia constituyen un fundamento necesario para una democracia madura. Tal vez la tragedia más grande del Imperio consista en que sus culturas e instituciones suprimen sistemáticamente nuestro progreso hacia órdenes superiores de conciencia.
Dado que el Imperio ha prevalecido por 5.000 años, un giro desde el Imperio a la Comunidad de la Tierra podría parecer una fantasía sin esperanzas sino fuera por evidencia que surge de las encuestas de valores, que muestran que un despertar global a niveles superiores de la conciencia humana ya está en desarrollo. Este despertar es impulsado en parte por una revolución en las comunicaciones que desafía la censura de la elite y está destruyendo las barreras geográficas del intercambio multi-cultural.
Las consecuencias del despertar son manifiestas en el movimiento para los derechos civiles, el feminismo, el ecologismo, el pacifismo, y otros movimientos sociales. Estos movimientos a su vez ganan energía del creciente liderazgo de mujeres, comunidades de color, y pueblos indígenas, y de un desplazamiento del balance demográfico a favor de grupos de edad más avanzada, que tienen más probabilidades de haber logrado una conciencia de alto nivel del sabio anciano.
No es incidental que nosotros los humanos hayamos logrado los medios para realizar una elección colectiva como especie para liberarnos a nosotros mismos de la lógica Imperial aparentemente inexorable de competir o morir, en el mismo momento en que enfrentamos el imperativo para hacerlo así. La velocidad a la cual los avances institucionales y tecnológicos han creado posibilidades completamente nuevas para la experiencia humana es abrumadora.
TAN SOLO HACE 60 AÑOS creamos la Organización de las Naciones Unidas, la cual, a pesar de todas sus imperfecciones, hizo posible por primera vez que representantes de todas las naciones de la Tierra y de la gente se encuentren en un espacio neutral para resolver diferencias a través del diálogo, en vez del uso de la fuerza de las armas.
HACE MENOS DE 50 AÑOS, nuestra especie se aventuró al espacio para mirar hacia atrás y vernos a nosotros mismos como un pueblo compartiendo un destino en común en una nave espacial viviente.
EN POCO MÁS DE 10 AÑOS nuestras tecnologías de la comunicación nos han dado la habilidad, si eligiéramos usarla así, para conectar a cada ser humano en el planeta a una perfecta red de comunicaciones y cooperación, casi sin costo.
Nuestras nuevas capacidades tecnológicas ya han hecho posible la interconexión de millones de personas que están aprendiendo a trabajar como un organismo social dinámico, auto-dirigido, que trasciende las fronteras de raza, clase, religión, y nacionalidad, y que funciona como una conciencia compartida de la especie. Llamamos a este organismo social la sociedad civil global. El 15 de Febrero de 2003, llevó a más de 10 millones de personas de las calles de las ciudades, pueblos y villas del mundo, para pedir por la paz frente a los inicios de la invasión estadounidense en Irak. Ellos lograron esta monumental acción colectiva sin una organización central, sin presupuesto, sin un líder carismático, a través de procesos sociales nunca antes posibles en una escala tal. Esto fue sólo una anticipación de las posibilidades de formas radicalmente nuevas de organización cooperativa que están ahora a nuestro alcance.
Rompe el silencio, termina el aislamiento, cambia la historia
Nosotros los humanos vivimos por historias. La clave para hacer una elección por la Comunidad de la Tierra es reconocer que la fundación para el poder del Imperio no yace en sus instrumentos de violencia física. Yace en la habilidad del Imperio para controlar las historias por las cuales nos definimos a nosotros mismos y a nuestras posibilidades, con el fin de perpetuar los mitos sobre los cuales depende la legitimidad de las relaciones de dominación del Imperio. Para cambiar el futuro humano, debemos cambiar las historias que nos definen.
Historia del poder
Por 5.000 años, la clase dominante ha cultivado, premiado y amplificado las voces de aquellos narradores cuyas historias afirman la rectitud del Imperio y niegan las potencialidades de orden superior de nuestra naturaleza que nos permitirían vivir en paz y cooperación el uno con el otro. Siempre han habido aquellos entre nosotros quienes perciben las posibilidades de la Comunidad de la Tierra, pero sus historias han sido marginadas o silenciadas por los instrumentos de intimidación del Imperio. Las historias repetidas sin fin por los escribas del Imperio se vuelven las historias más creídas. Las historias de posibilidades más esperanzadoras siguen sin ser oídas o atendidas y aquellos que disciernen la verdad son incapaces de identificar y apoyarse uno al otro en la causa común de decir la verdad. Afortunadamente, las nuevas tecnologías de comunicación están rompiendo este patrón. A medida que los relatores de la verdad alcanzan una mayor audiencia, los mitos del Imperio se vuelven más difíciles de mantener.
La lucha para definir las historias culturales prevalecientes definen en gran medida las políticas culturales contemporáneas en los Estados Unidos. Una alianza de extrema derecha de plutócratas elitistas corporativos y teocráticos religiosos han ganado el control del discurso político en los Estados Unidos no por fuerza de su número, el cual es relativamente menor, sino a través del control de las historias por las cuales la cultura prevaleciente define el camino a la prosperidad, la seguridad, y el sentido. En cada instancia, las versiones favoritas de la extrema derecha afirman las relaciones de dominación del Imperio.
LA HISTORIA DEPROSPERIDAD IMPERIAL dice que una economía eternamente creciente beneficia a todos. Para hacer crecer la economía, necesitamos gente rica que pueda invertir en empresas y crear trabajo. Así, debemos apoyar a los ricos acortando sus impuestos y eliminando las regulaciones que crean barreras para la acumulación de riqueza. También debemos eliminar los programas de beneficio social para enseñar a los pobres el valor del trabajo duro a cualquiera sea el sueldo que ofrezca el mercado.
LA HISTORIA DE SEGURIDAD IMPERIAL nos cuenta de un mundo peligroso, lleno de criminales, terroristas, y enemigos. La única forma de garantizar nuestra seguridad es a través de mayores gastos militares y policiales para mantener el orden por medio de la fuerza física.
LA HISTORIA DEL SENTIDO IMPERIAL refuerza los otros dos, presentando a un Dios que premia la rectitud con riqueza y poder, y manda que éstos gobiernen sobre los pobres quienes sufren debidamente el castigo divino por sus pecados.
Todas estas historias sirven para alienarnos de la comunidad de la vida y negar los potenciales positivos de nuestra naturaleza, mientras afirman la legitimidad de la injusticia económica, el uso de la fuerza física para mantener el orden imperial, y la rectitud especial de aquellos en el poder.
No es suficiente, como muchos en los Estados Unidos están haciendo, debatir los detalles de las políticas de impuestos y educación, el presupuesto, la guerra, y de los acuerdos de comercio, en busca de una agenda política positiva. Ni tampoco es suficiente diseñar eslóganes buscando seducir a las masas para ganar las próximas elecciones o el próximo debate político. Debemos infundir en la cultura principal las historias de la Comunidad de la Tierra. Si las historias del Imperio nutren una cultura de dominación, las de la Comunidad de la Tierra nutren una cultura de cooperación; ellas afirman los potenciales positivos de nuestra naturaleza humana y muestran que el realizar verdadera prosperidad, seguridad y sentido dependen de la creación de comunidades vibrantes, compasivas e intercomunicadas que ayuden a todas las personas a la realización completa de su humanidad. Compartir las noticias felices de nuestras posibilidades humanas a través de la palabra y de la acción es tal vez el Gran Trabajo de nuestro tiempo.
Cambiar las historias prevalecientes en los Estados Unidos puede ser más fácil de lograr de lo que podríamos pensar. Más allá de las aparentes divisiones políticas, los datos de las encuestas estadounidenses revelan un sorprendente grado de consenso en cuestiones claves. Ochenta y tres por ciento de los norteamericanos creen que Estados Unidos como sociedad está enfocada en las prioridades equivocadas. Grandes mayorías quieren ver una mayor prioridad en los niños, la familia, la comunidad, y la salud del medio ambiente. Los norteamericanos también quieren un mundo que ponga a la gente antes de los beneficios económicos, los valores espirituales delante de los valores financieros, y a la cooperación internacional frente a la dominación internacional. Estos valores de la Comunidad de la Tierra son de hecho ampliamente compartidos por conservadores y liberales por igual.
Nuestra nación no está en el curso equivocado porque los Norteamericanos tengan los valores incorrectos. Está en el rumbo erróneo por las instituciones imperiales remanentes que dan un poder inaudito a una pequeña alianza de extremistas de derecha que se llaman a sí mismos conservadores y dicen apoyar a los valores familiares y comunitarios, pero cuyas políticas económicas y sociales preferidas constituyen una guerra cruel contra los niños, las familias, las comunidades, y el medio ambiente.
La capacidad humana distintiva para la reflexión y la elección intencional trae una responsabilidad moral correspondiente para cuidarnos el uno al otro y al planeta. En verdad, nuestro más profundo deseo es vivir en relación afectuosa el uno con el otro. El anhelo por familias y comunidades amorosas es una poderosa fuerza unificadora, pero latente, y es también el fundamento potencial de una coalición política ganadora dedicada a crear sociedades que apoyen a cada persona en la actualización de su más alto potencial.
En estos tiempos turbulentos y a menudo atemorizantes, es importante recordarnos a nosotros mismos que somos privilegiados en vivir en el momento más excitante de toda la experiencia humana. Tenemos la oportunidad de alejarnos del Imperio y abrazar a la Comunidad de la Tierra por medio de una consciente elección colectiva. Nosotros somos aquellos que hemos estado esperando.
David Korten es co-fundador y miembro del consejo de Positive Futures Network.
Este artículo fue extraído de su último libro, The Great Turning: From Empire to Earth Community (El Gran Cambio: del Imperio a la Comunidad de la Tierra). Visite www.yesmagazine.org/greatturning para acceder a extractos del libro, artículos relacionados, charlas de David, y recursos para la acción.
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